Estrategias políticas y economía de la conducta.
No dejamos de escuchar que la inteligencia artificial va a cambiar el mundo. ¿Para bien o para mal? Es lo que desconocemos. Es un debate muy interesante que tienen tres enfoques principales. Estados Unidos deja entera libertad a sus empresas. Europa tiene una visión garantista y recientemente ha sacado una ley para regular este mercado. China deja entera libertad al partido comunista. ¿Qué ocurrirá? El tiempo lo dirá. Sólo sé que se cumplirá un principio: quien tenga la oportunidad de usar algo para aumentar su poder, lo hará.
La economía de la conducta propone reorientar el comportamiento de las personas para cumplir ciertos objetivos que permitan aumentar el bienestar conjunto de la sociedad de manera sostenible. También tiene otra aplicación más perversa: permite jugar con la percepción de las personas centrándose en un solo objetivo. Ni siquiera es tener más votos que el rival. Es alcanzar el poder. Ni más ni menos. Hay otras posibilidades: vender más, ganar reputación, obtener un puesto concreto. En estas líneas nos vamos a centrar en temas políticos y en la estrategia que ha llevado Pedro Sánchez. Es pertinente hacerlo, ya que su éxito ha sido abrumador. Previamente echaremos un vistazo rápido otros partidos. Los nacionalistas y extremistas tienen una base muy sólida, ya que están basados en emociones asociadas a la identidad de cada persona. De hecho, existe cierta competencia inter-voto como demuestran los ejemplos PNV-Bildu o ERC-Junts per Catalunya. Llama la atención la escasa implantación que tiene en España el voto “verde”. Conociendo el espíritu más ecologista de las nuevas generaciones, algunos partidos han buscado identificarse con el medio ambiente sin éxito aparente. Por cierto, es asombrosa la poca implicación que tienen los partidos con los jóvenes. Las últimas estadísticas son devastadoras: el 60% cree que no va a recibir pensión cuando se jubile y la mayoría considera imposible comprar una vivienda en los próximos cinco años. ¿Solución? Darles una paga de 400 euros en forma de bono cultural. Sin palabras. Hay tres clases sociales: los jóvenes, los que han podido permitirse piso y los pensionistas/funcionarios.
Es el momento de valorar las estrategias para comprender, posteriormente, cuáles van a ser el resultado de las mismas a corto y medio plazo.
UNO. La palabra del año. Polarización. Por un lado estamos nosotros, por otro la extrema derecha y la derecha extrema. Al menos la sociedad civil está muy por encima de la clase política, de momento es impensable un caso tan extremo como el norteamericano: sólo el 3% de las bodas se dan entre demócratas y republicanos.
DOS. Desviar la atención. Mientras la oposición se centra en criticar la amnistía o los pactos con Bildu, se colonizan instituciones como la Fiscalía General del Estado, el CIS (centro de investigaciones sociológicas), INE (instituto nacional de estadístia), Correos o agencia EFE.
NOTA RESPECTO AL CAMBIO DE ALCALDE EN PAMPLONA. Elma Saiz, número uno socialista para la alcaldía de Pamplona, fue llamada para ser ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. En la campaña electoral fue muy dura con Bildu, jurando y perjurando que no les iba a votar. ¿Es su nombramiento casualidad? Piensa mal y te quedarás corto.
TRES. Lo malo, es mejor todo de una vez. Lo bueno, repartirlo a lo largo del tiempo. Es efectivo concentrar el dolor y disfrutar la ganancia de forma espaciada. Por eso las medidas “de gracia” para afrontar la crisis se hacen de forma escalonada.
CUATRO. Denigración de Vox. A veces parece que el PSOE subvenciona a Vox, tales son algunas de sus medidas y muchas de sus formas. Con todos sus defectos, ni Vox ha defendido la violencia, ni ha promovido la destrucción social, ni ha propuesto coaccionar a las personas o la prensa. En caso de duda, consultar con Ortega Smith.
CINCO. Repetir y repetir mensajes hasta que se conviertan en mantras. Pasamos del “progresismo” a mi favorito: “no importa con quién, importa para qué”.
SEIS. La imagen es fundamental. El perfil de los ministros es semejante.
SIETE. Buscar identificaciones. Con los pensionistas, los débiles, la cultura o los inmigrantes. Antes de las elecciones de julio muchas organizaciones “apolíticas” pedían votar bien para defender derechos adquiridos que podían perderse.
OCHO. Jugar con la memoria a corto plazo. Cuando lleguen las próximas elecciones muchas cosas que ahora nos indignan se habrán olvidado. En caso de duda, podemos recordar la gestión de la pandemia.
Estas estrategias son muy efectivas a corto plazo, y logran sus objetivos: ganar las elecciones. A largo plazo, se percibe que la sociedad no mejora. Ninguna de las medidas para superar la crisis promueve las inversiones, ni la productividad ni la creación de riqueza. Al fin y al cabo, es más fácil repartirla.
Acción – reacción.
El gran científico Isaac Newton planteó tres leyes fundamentales de la mecánica clásica. La primera es la ley de inercia: “todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él”. En otras palabras, si no pasa nada extraño todo sigue igual. La segunda ley explica la aceleración: “el cambio de movimiento es directamente proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime”. En términos matemáticos, la ecuación básica es “fuerza igual a masa por aceleración”. La idea está clara: más masa o más aceleración es equivalente a más fuerza. La tercera ley es el principio de acción reacción: “con toda acción ocurre una reacción igual a su contraria”. Eso quiere decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto.
Si aplicamos las leyes de la física a patrones de comportamiento humano encontramos conclusiones sorprendentes. La primera ley resume, en cierta forma, nuestra vida: cuando llegamos a un objetivo prefijado tendemos a quedarnos como estamos. Lo saben muy bien muchas empresas: la mayor parte de los contratos de suministro que firmamos (luz, gas, seguros o telefonía móvil) siguen ese patrón. El hecho de que tendamos a dejar las cosas como están sirve para que de vez en cuando nos lleguen sorpresas desagradables. Por eso debemos revisar esas situaciones al cumplir cada año de contrato, pero estamos tan ocupados con nuestros asuntos que no lo hacemos. Claro que la inercia permite otras posibilidades, sobre todo en el ámbito laboral o sentimental. Pocos principios han hecho tanto daño a nuestra convivencia como el de “fueron felices y comieron perdices”, con el que terminan muchos cuentos, muchas películas…y muchas relaciones. Tenemos muy interiorizado que cuando alcanzamos un objetivo concreto ya podemos relajarnos, y es un error. Un inmenso error. Nos vamos dejando llevar y sin darnos cuenta nos convertimos en lo que la sabiduría popular llama un “hombre boya”. En el límite puede pasar que estemos fuera del mercado laboral y sin pareja. Sólo hay un camino para el desarrollo personal: la mejora continua.
La segunda ley es cierta cuando progresamos y sobre todo, cuando las cosas comienzan a torcerse. Es más fácil caer que escalar. Si adquirimos hábitos saludables tardamos tiempo en notar la mejora, pero cuando llegan los resultados lo hacen en cascada. Otra posibilidad apasionante la tenemos en el mundo del aprendizaje. Entrar en nuevos áreas de conocimiento cuesta mucho. En primer lugar, se debe entender la base. Después memorizarla y repetirla hasta que la tengamos integrada en nuestro interior. Así llegamos a la tercera fase: aprender más. La cuarta fase es de aplicación. La más fascinante es la quinta fase: investigar y aportar conocimiento nuevo.
Lo relevante: hay un momento, entre la tercera y la cuarta fase, en la que sentimos que todo va rodado. Es la aceleración de la ley de Newton. Ahora bien, para aceleración la que tenemos cuando las cosas van mal. No dejan de empeorar. El caso más claro es aplicable a proyectos en los cuales los gestores siguen obcecados con seguir haciendo las cosas igual ya que “siempre ha sido así”. Es extraño: tendemos a valorar más a las personas que se obstinan en hacer las cosas de una determinada forma. Si alguien cambia de opinión se le considera “chaquetero”. Existen dos razones para ello. La primera, el propio interés. La segunda, el cambio de las condiciones del entorno. Debemos aprender a distinguir entre un caso y otro; es una forma útil de comprendernos a nosotros mismos y a los demás.
Falta la última ley: la de acción y reacción. Aplicada al comportamiento humano, se queda corta. Una respuesta desmesurada a una acción concreta es un error. Si se aplicase la tercera ley de forma estándar, a una provocación, un insulto o un desplante responderíamos con la misma medicina. Pero volvamos a la sabiduría popular: “si quieres taza, taza y media”. Lo vemos en la polarización política: yo te insulto, tú me respondes con dos insultos, yo te respondo con tres. Ocurre en múltiples conflictos humanos: tenemos la necesidad de salir ganando y sobre todo, de contarlo después. Nos gusta tirarnos el rollo: “esta gente, ¿qué se creía? Conmigo no se puede”. Lo estamos viendo en el terrible enfrentamiento entre Israel y Hamás.
El conflicto es inherente a la vida, sea en el ámbito que sea: la lucha por los recursos siempre estará ahí. Se trata de aplicar reglas que eviten tanto sufrimiento. Aplicar la ley de “acción, reacción ampliada” nos lleva a espirales descontroladas.
¿Por qué no quedarnos en la tercera ley de Newton?
La que se avecina.
¿Cuál es el futuro económico de España? ¿Qué tendencias se detectan? Es cierto que se ha revisado al alza el crecimiento del PIB (producto interior bruto), pero ¿qué debemos valorar? ¿Podemos ser optimistas? En un mundo centrado en noticias puntuales, sea la ley del sólo sí es sí, el caso Rubiales o el debate de investidura, es pertinente fijarse en las tendencias de fondo. Vamos, la filosofía que nos han repetido tantas veces: “de dónde venimos”, “a dónde vamos”.
La primera pregunta tiene fácil respuesta: venimos de una pandemia, sufrimos una guerra enquistada en el centro de Europa que no presagia nada bueno y la inflación permanece a unos niveles superiores a los establecidos como objetivo por el Banco Central Europeo; el 2%. Es sorprendente cómo no se ha abierto un debate sobre la enorme subida de los tipos de interés que penaliza a familias con hipoteca. Las subidas mensuales están aproximadamente entre 100 y 200 euros, suponiendo un piso medio y que haya pasado el tiempo suficiente como para que el gasto en intereses no ocupe gran parte de la cuota a pagar. En resumidas cuentas, la inflación por un lado y la subida de tipos por otro ha minado de forma significativa la riqueza y los ahorros de la clase media. Pero los asuntos más importantes son los indicados en el primer párrafo. ¿Cómo puede ser?
La segunda pregunta es más difícil. Si algo es complicado es hacer predicciones en economía. El gran estadístico Philip Tetlock realizó un experimento inolvidable entre 1984 y 2023. Recogió un total de 27.450 juicios (de forma anónima) sobre lo que iba a pasar en el futuro a economistas, politólogos y periodistas, entre otros. Los aciertos fueron semejantes a lo que habría pasado si hubiésemos lanzado un dado. Pero todavía hay más. Los más inútiles fueron los tertulianos y los políticos. Aquellos que lo hicieron mejor no tenían ideas preconcebidas y se cuestionaban sus resultados. En conclusión, los que más confianza tenían en sus predicciones…¡eran los que más fallaban!
De todas formas, alguna cosa se puede adelantar. La subida de los tipos, la inflación persistente y el moderado incremento de los salarios harán que descienda el consumo. Lo difícil es pensar cuál: en verano tendemos a priorizar el ocio, en invierno tendemos a comprar otro tipo de bienes y servicios. Es lo que en economía se llama estacionalidad, siendo el ejemplo más obvio la venta de helados. Las ventas de julio no se comparan con el mes anterior, se comparan con el mes de julio del año anterior.
El gasto público ha sido muy elevado como consecuencia de la relajación de las medidas de déficit y la asignación de los fondos europeos (si bien no queda muy claro cómo se han aplicado; no es muy ético usarlos para realizar propaganda gubernamental). Eso ha terminado. Además, la subida de tipos de interés influye en el gasto público: si en el ejercicio de 2023 la asignación era de 30.000 millones de euros muy difícil será que en la siguiente ocasión baje de 40.000 millones de euros.
Hagamos números sencillos: si tengo un presupuesto de 150 para gastar y 30 son deuda me quedan disponibles 120. Si el presupuesto para gastar baja a 120 y la deuda sube a 40 me quedan para usar a mi antojo 80. No importa el gobierno. Sea el que sea, tendrá menos asignación presupuestaria. Sí, habría que tener en cuenta que la inflación ha servido para aumentar los ingresos. También que en pensiones se va una cantidad enorme de recursos. Por sencillez haremos un análisis más reducido. Pasamos a los números reales: los gastos estimados para el presupuesto del 2023 son de 583.543 millones de euros, siendo la mayor partida las pensiones: 190.687 millones. En deuda se van 31.275 millones. Los ingresos estimados son de 389.237 millones de euros. Por cierto, no es sencillo buscar estos datos en Internet. Por algo será…
Teniendo en cuanta que el Producto Interior Bruto nominal estimado es de 1.300.000 millones de euros sale un déficit (basta restar gastos menos ingresos y dividir por el PIB) del 15%. Claro que si los fondos europeos no entran en los gastos el déficit se reduce….así es la contabilidad creativa. ¿Cuánto es 2 + 2? Lo que desees.
¿Cuáles son las recetas para minorar la bajada del consumo y la disminución del gasto público? Las de siempre. Racionalizar el gasto, buscar una fiscalidad más justa desde el punto de vista de los ingresos, promover la competencia e incentivar un comportamiento público y privado que promueva el bien común.
Mientras sigamos con estúpidos debates, está claro lo que va a ocurrir. En lugar de crear el futuro, la historia nos devorará.
El bolsillo.
Un famoso aforismo de Upton Sinclair nos dice que “la parte más sensible del cuerpo humano es el bolsillo”. Ahora, sin embargo, la parte más sensible del cuerpo humano es el teléfono móvil. Múltiples líneas, artículos, libros y prácticamente enciclopedias se han escrito sobre este tema. De todas formas, merece la pena recordar tres ejemplos relacionados con una de las características que nos hace más humanos: la memoria. El primero, en Japón la memoria a corto plazo ha quedado bajo mínimos. Como consecuencia de ello, hacer una simple ruta de 100 metros entre calles puede ser una pesadilla. El segundo, la costumbre arraigada, a nivel social, de consultar el teléfono cuando salimos de un evento concreto. El efecto: se nos olvida lo que nos han contado. Eso es muy grave: puede que salgamos de una clase en la universidad, de una reunión de trabajo o de una conferencia sobre un tema que nos apasiona. El aspecto primordial que es asimilar los mensajes recibidos se nos va de la cabeza. El tercero, la costumbre de no memorizar debido a que “todo está en el móvil”. No sabemos números de teléfono, fechas de cumpleaños y lo justo recordamos que la capital de Francia es París. ¿Para qué aprender la de Mongolia? En resumidas cuentas, tareas que debería hacer nuestro cerebro se la traspasamos a nuestro “amigo” el teléfono. Nuestra memoria es cada vez menor, lo cual afecta de forma preocupante a nuestra creatividad.
Volvamos al tema principal: el bolsillo. Como seres vivos que somos necesitamos recursos para sobrevivir. La especialización total tiene muchas ventajas, en tanto nos permite disponer de una cantidad de bienes y servicios enorme: una cantidad que ni la persona más rica de todos los tiempos, Gengis Kan (1162-1227; su fortuna se estima, ajustada por inflación, en 94 trillones de dólares; le sigue Song Shenzong, que vivió entre 1048 y 1085, con 23 trillones de dólares), pudo soñar. Eso tiene una limitación: individualmente, nuestra capacidad de producir es muy limitada. Algo tan simple como preparar una tortilla de patata sería complicadísimo: quizás sea fácil recoger la patata del campo; preparar el aceite desde el olivo es más difícil. Si nos ponemos a criar gallinas para que den huevos o a preparar la instalación eléctrica que nos va a permitir cocinar la tortilla, apaga y vámonos.
El sistema económico es sencillo: nos especializamos en una actividad, se intercambia nuestro trabajo por dinero y a partir de ahí obtenemos los recursos que necesitamos en primer lugar para vivir y en segundo lugar como preferencias personales. En definitiva, el dinero es un medio que nos permite acceder a todos estos recursos y que por desgracia otorga una reputación sobrevalorada. La razón de ello merece ser explicada: todos los seres humanos tenemos múltiples características. ¿Cómo resumir todo? Con el dinero. ¿Es injusto? Sí. ¿Es limitado? Totalmente. ¿Es lo que hay? Definitivamente, sí. De la misma forma se clasifican a los países: dividiendo el producto interior bruto (PIB) entre la población total. Más tienes, más vales. Así es como jerarquizamos a las personas y a las comunidades.
En algunos contextos nos cuesta admitir que hacemos algo por dinero. Es divertido ver cómo algunos futbolistas que van a jugar a la liga árabe (con unas temperaturas salvajes en campos de fútbol y escaso público en las gradas) dicen que lo hacen debido a que “es un reto fascinante y apasionante”. Si quieren una cultura nueva, que vayan a la liga de la Polinesia.
Claro que no es sólo el dinero presente: es la expectativa de obtenerlo en el futuro. En la actualidad se está tratando el tema de la amnistía para los políticos catalanes que han sido condenados en el procés catalán. El debate en el partido socialista es fascinante: los que ya tienen el futuro resuelto están en contra, sin embargo, aquellos cuyo puesto depende del resultado de la investidura están a favor. En realidad es un problema de la representatividad democrática: cada diputado, independientemente de su partido, es un soldado raso (eso sí, con un sueldo que no cobraría en ninguna otra ocupación profesional) que se limita a repetir las consignas que le han enviado a la mañana. No es objetivo de estas líneas tomar partido sobre una u otra opción: se trata de resaltar que dicho apoyo muchas veces depende, más que de las ideas, del bolsillo.
Desde luego que no todo es dinero: también están las emociones. El resentimiento o la venganza explican muchos comportamientos humanos. Recomendación: “no tomes decisiones permanentes basadas en emociones temporales”. También están los valores personales. No podemos olvidar el caso de la cooperante catalana Emma Igual, asesinada recientemente en Ucrania.
Conclusiones, dos. Uno: muchas opiniones, decisiones y comportamientos se explican por dinero. Dos, pese a todo, estamos más cerca de la felicidad viviendo en torno a unos valores personales sólidos y claros que buscando sólo el vil metal.
El sesgo binario.
Tenemos una tendencia innata a catalogar a las personas, partidos políticos, equipos deportivos o sucesos concretos en “buenos” y “malos”. Este tipo de clasificaciones son simples y peligrosas. Veamos las razones de todo ello.
En primer lugar analizamos el caso de las personas. Se puede ser a la vez un buen padre o madre de familia y un mal jefe. También se puede ser a la vez un buen estudiante y un mal deportista. Está claro que a la hora de hacer la clasificación debemos ser más concretos y contestar a la pregunta, ¿respecto de qué? Sin embargo, eso es sólo el comienzo.
Entre el blanco y el negro existe una gran escala de gris. Existen jefes que tienen buen talante para escuchar pero que cuando llega el momento de tomar decisiones usan el engaño y el embuste para edulcorar o postergar medidas reclamadas por sus trabajadores. También existen jefes de mal talante que son más propensos a recapacitar para así satisfacer algunas de las demandas de sus empleados. Sí, lo peor es alguien de mal talante y egoísta. Lo mejor, alguien de buen talante y generoso. Pero esos no son los únicos atributos que se existen el ámbito de la gestión. Hay muchos más.
Además, lo que en un momento del tiempo o del espacio es una virtud en otro es un defecto. Un exceso de buen talante puede hacernos más propensos a caer en engaños. Un exceso de generosidad puede hacer que las cuentas no cuadren y la empresa se vea abocada a realizar despidos o cerrar.
Pasamos a valorar los partidos políticos o los equipos deportivos. En el primer caso, la estrategia de la polarización permite engañar a la opinión pública cambiando el foco de interés. Como los problemas de la sociedad no tienen solución fácil debido a que los recursos de unos no los pueden usar los otros (por ejemplo, el aumento del gasto en Defensa viene de otra asignación presupuestaria, de aumentar los impuestos o de subir el déficit público) es más sencillo buscar enfrentamientos que sirven, de fondo, para reafirmar la clasificación binaria. Una vez más, no es así. Es difícil estar de acuerdo con todas las medidas de un partido y estar en desacuerdo con todas las medidas de otro. Sin embargo, aquí aparece otro engaño. ¿Cómo puede ser que existan tantas líneas rojas entre unos y otros? Entre las funciones de los partidos debería ser indispensable la búsqueda de acuerdos de mínimos, y eso pasa por dialogar entre ellos. Pocos casos existen de personas que no hablen entre sí por ser de diferentes ideologías; la única razón válida vendría dada por contradecir valores muy interiorizados en la personalidad de cada cual. Dentro del ámbito deportivo, lo primero que nos viene a la cabeza es la rivalidad entre el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona. En Estados Unidos el mayor enfrentamiento se da en el béisbol: los Yankees de Nueva York contra los Red Sox de Boston. De hecho, muchos aficionados de un equipo sólo apoyarían al otro si su rival fueran….¡los talibanes!
Para comprender a donde puede llegar el desencuentro y la manipulación, destaquemos un estudio realizado a un conjunto de seguidores del Manchester United separados en dos grupos. El primero tenía que escribir sobre las razones por las que les gustaba su equipo. El segundo sobre lo que tenían en común con otros aficionados al fútbol. Posteriormente un transeúnte que iba corriendo con la camiseta del equipo rival hacía teatro: se caía retorciéndose de dolor. Del primer grupo sólo le ayudaba el 30%; del segundo, el 70%. No hay más comentarios.
Todos los medios hablan un día sí y otro también del tema del espectáculo que protagonizó Luis Rubiales en la final del mundial de fútbol femenino. Hay un consenso común: lo que hizo está mal. Aquí es donde comienza, de forma inconsciente, a funcionar nuestro sesgo binario (bien/mal). Ahora bien, ¿hasta qué punto? Si lo pensamos en una escala de cero a diez no creo que todo el mundo piense que su acto esté al nivel de cero (¿dónde estarían entonces sucesos como amenazas, agresiones, puñetazos o asesinatos?). Continuamos: ¿debe dimitir por ello? ¿Y los demás escándalos presuntamente asociados a su gestión como orgías, comisiones, espionaje o procedimientos digitales para colocar a sus amigos no tenían tanta gravedad? Esto lleva a una conclusión preocupante: existen instituciones como la Federación Española de Fútbol o los partidos políticos en las que quien manda más es más un dictador que un ejecutivo, lo que conlleva funcionamientos ineficientes.
Después de ganar el mundial de fútbol es pertinente aprovechar la marea para incentivar una afición que proporcione más recursos futuros sin entrar en la fácil demagogia: “que cobren igual”. Después del escándalo protagonizado por Luis Rubiales es pertinente repensar el funcionamiento de las estructuras en las que quien manda tiene un poder omnímodo. Son fuentes de corrupción.
Entonces, ¿se hará algo?
La mejor respuesta, en esta ocasión, es binaria.
No.
Visión.
El escritor Jonathan Swift define la visión como el “arte de ver cosas invisibles”. Muy adecuado. Eso es precisamente el objeto del siguiente artículo, con un matiz: se trata de ver los temas que muchos políticos han tratado de ocultar por incompetencia o interés propio. Además, estos asuntos se pueden replicar, como si de un fractal de tratase, en términos de Navarra, España o cualquier otro país.
La campaña electoral se ha centrado, como todas, en asuntos emocionales y en crear una polarización que separa la población en “buenos o malos”. Al menos tenemos una ventaja respecto a otros lugares: la conflictividad de las élites políticas (muchas veces impostada) no ha llegado a la calle. En Estados Unidos, por ejemplo, el tiempo de conversación de las familias, si son de diferentes ideologías, está bajando de forma alarmante. El mismo patrón se observa en el número de bodas de personas pertenecientes a partidos políticos distintos. Es más: la estrategia actual de unos y otros es encarcelar a sus rivales, de manera directa (Donald Trump) o indirecta (Heather Biden, hijo del actual presidente norteamericano).
Otro aspecto relevante en nuestra campaña ha sido centrarla en el tema de los pactos, lo cual es muy grave. Cada partido tiene legitimidad para llegar a acuerdos con la formación que le parezca más adecuado, nos guste o no. Serán sus votantes quienes respalden la alianza formada. En realidad, el debate público debería estar centrado en tres asuntos. Primero, cómo se van a repartir los impuestos. Segundo, cómo se va a repartir el gasto público. Tercero, cómo regular las normas de comportamiento que afectan al conjunto de la comunidad. Ejemplos de este caso serían temas como la “ley mordaza”, los derechos de las minorías o los límites de velocidad en la carretera.
Es el momento de nombrar los temas invisibles que son a la vez los más importantes. Uno, la deuda pública. Cada español debe 40.000 euros. ¿Cómo vamos a gestionar eso? Además, para el próximo año se proyecta un gasto público en tipos de interés de 40.000 millones de euros. Es una completa brutalidad. Además, los fondos europeos (sigo sin comprender cómo se gastan) van a ir disminuyendo. Menos ingresos. Además, la relajación del déficit público va a terminar. Menos gasto. ¿Dónde va a recortar el gobierno? Dos, la subida de tipos de interés afecta a las hipotecas familiares, que se están disparando entre 100 y 200 euros mensuales. ¿Se ha pensado alguna estrategia para minorar este efecto? Tres, ¿cuál es nuestro papel en el mundo? La única referencia que tenemos del mismo, las vacaciones del presidente Sánchez en Marruecos. Cuatro, ¿qué ocurre con la inflación? Hasta ahora, los costes de la misma se repartían entre el empresario y los trabajadores. Sin embargo, por primera vez en un escenario así, las grandes corporaciones están aumentando sus márgenes. ¿Cómo se explica? ¿Están presionando a los políticos para obtener regulaciones favorables? Claro que puede no ser así, a veces estas situaciones se explican por simple incompetencia.
Cinco, ¿cómo regular los grandes avances tecnológicos, entre los que destaca la inteligencia artificial? En China, por ejemplo, ya existen robots enfermeros. Seis, ¿qué ocurre con la censura y el pensamiento crítico? Por un lado, existen temas en los que una simple opinión origina deslegitimación social. Podemos valorar ejemplos como el de la escritora J.K.Riwling, creadora de Harry Potter, cuando habló de los derechos de las personas transgénero. Por otro lado, la disminución del número de palabras que usamos reduce la capacidad que tenemos de interpretar la realidad. Siete, si no somos competitivos no creamos riqueza, y sin riqueza no se pueden atender las múltiples necesidades que tenemos como comunidad. O se produce más barato o se crea valor añadido de calidad. ¿Tenemos alguna estrategia para mejorar nuestra productividad, que por cierto, lleva años estancada? Ocho, está muy bien que haya derechos humanos. ¿Dónde están las obligaciones? ¿Qué debemos hacer para avanzar como sociedad?
En definitiva, ¿cuáles de éstos asuntos se han tratado o bien en la campaña electoral o bien en los pactos posteriores? Muy pocos.
Aunque existen indicadores económicos alentadores como el número de afiliados a la seguridad social, que ha superado los veinte millones de personas, existen motivos para estar preocupados. Debemos mejorar todo tipo de infraestructuras. Debemos racionalizar, conocer y mejorar el uso del gasto público. Debemos crear un sistema legal atractivo y previsible. Debemos fomentar comportamientos que proporcionen un mejor equilibrio social. En caso contrario, nuestro futuro es sombrío.
El futuro. Una parte viene sobrevenido, otra parte la podemos crear. Si no tomamos medidas, nos ocurrirá lo que explicó una persona en un concurso para resumir en cinco palabras su vida. “Nací. Luego no pasó nada”.
Si seguimos así, eso es lo mejor que nos podría pasar.
Análisis electorales.
Los pasos de las elecciones son conocidos por todos: campaña electoral, fiesta de la democracia, análisis de los resultados. Aquí es donde aparece el consabido “todos han ganado”, pero en realidad los que ganan siempre son los “expertos”. La razón se resume en la sabiduría popular: una vez visto, todo el mundo es listo.
El resultado clave vendrá dado por la composición final de los dos bloques principales: PSOE más Sumar, PP más VOX. En teoría, quien obtenga un resultado mayor tendrá más legitimidad para gobernar, pero tampoco es necesariamente algo concluyente. Mandan los números, y basta llegar a 176. De hecho, si se usan tanto las cifras en los debates es debido a que no admiten discusión. Por ejemplo, si las pensiones suben un 3% suben precisamente ese 3%. Ni más, ni menos. Lo mismo ocurre con todas las votaciones. Por eso cuando vemos debates políticos cada representante lleva apuntados los números o indicadores estadísticos que más les interesan. Ahora bien, si estudiamos su lenguaje no verbal es difícil percibir una visión global de lo que se debe hacer, cómo debe hacerse y por qué debe hacerse. Vivimos la época de los spin doctors (asesores en comunicación política). Sus recomendaciones: reiterar mensajes, activar emociones. Una pena. Henry Kissinger, el joven (100 años) exsecretario de estado de los Estados Unidos, expone en su último libro sobre los líderes más influyentes del siglo XX una característica fundamental de los mismos: tomaban decisiones después de pasar un largo tiempo de reflexión individual. Hoy reflexionan por ellos.
La estrategia que siguen todos los partidos es, en realidad, la misma. Saben que la mayor parte de la población no confía en ellos y les perciben así: “todos son iguales”. Por lo tanto, deciden diferenciarse en algún aspecto y repetir el mensaje. Es una idea que aplicó Yolanda Díaz (Sumar) en el debate del pasado 19 de julio, cuando no dejaba de incidir en que “Vox es el representante del PP”. Veamos cómo lo aplica cada partido. PSOE: “con nosotros no se van a perder derechos básicos, en especial los de las minorías”. PP: “con nosotros al menos la economía estará bien gestionada”. Sumar: “nosotros al menos nos preocupamos de las clases más desfavorecidas”. Vox: “nosotros nos dejamos de tonterías, la base es el patriotismo y eliminar los chiringuitos inútiles”. PNV, Geroa Bai o UPN: “con nosotros se va a escuchar vuestra voz en Madrid”. Bildu: “nosotros somos vuestros embajadores en España”. En resumidas cuentas, esto me recuerda el nombre más original que tenía un equipo deportivo: se llamaba “nosotros”. Tenía su gracia cuando alguien decía cuál iba a ser su próximo rival.
Boris Johnson, antiguo expremier británico, fue acusado de tener dos discursos preparados después del referéndum realizado en Gran Bretaña para decidir si el país se mantenía o no en la Unión Europea. El famoso Brexit. Los analistas hacen lo mismo. Un ejemplo sencillo: en el debate comentado en el párrafo anterior se ausentó Núñez Feijóo (PP). Es obvio que si el PP gana las elecciones se dirá que “su estrategia fue acertada” y si no lo hace que “cometió un error imperdonable”.
Otro aspecto relevante de los análisis electorales son las encuestas. Sorprendentes los resultados que otorgan a Navarra medios como El Mundo (PSOE dos diputados, PP uno, Sumar uno y Bildu uno) o EITB (PSOE dos diputados, PP dos, Bildu uno) en el sentido de que dejan a UPN sin representación en el Congreso, cuando tiene 15 parlamentarios de 50 posibles. Una simple regla de tres (15 es a 50 como “x” es a 5) nos lleva a una proyección de 1,5 diputados. Es una forma divertida de transformar parlamentarios en diputados. Basta dividir el primer número por 10, debido a que 50 es múltiplo de 5. Así, el PSOE con 11 parlamentarios obtendría 1,1 diputados. Con la misma lógica, Bildu 0,9; Geroa Bai 0,7; PP 0.3; Sumar 0,3;Vox 0,2. Ajustándolos mediante la ley D’hont, tenemos que UPN obtendría dos diputados, el PSOE uno, Bildu uno y Geroa Bai uno. La explicación de esta gran diferencia es una combinación de cuatro factores: metodología estadística, cambio de estrategia en el voto al ser elecciones nacionales, cambio de opinión y azar.
Por último, merece la pena reflexionar acerca de la incapacidad que muestran muchos de nuestros políticos para llegar a acuerdos razonables. Es un hecho muy preocupante. Debemos reflexionar acerca de ello: ¿tiene sentido que estemos todos los días con la misma matraca de decir que está mal lo que pactan los otros, en lugar de buscar puntos comunes? Este debate pertenece a los votantes de cada uno de los partidos. Es como decir a la iglesia lo que debe hacer sin ser cristiano. No lo olvidemos: los diputados representan a personas que les han votado. Punto.
Estimado lector, es tu momento.
Tú eliges.
Estallido.
Para estallido, el que por desgracia se ha montado en Francia después del fallecimiento a manos de la policía del menor Nahel M.
Antes de analizar con más profundidad este fenómeno, sus causas, sus efectos o sus posibles contagios ruego al lector que vuelva a releer la frase que encabeza el presente artículo. Las opciones son muy diferentes: podríamos haber escrito “el cruel asesinato”, “lamentable accidente después de un forcejeo” o “lo liquidaron”. El sentimiento emocional que transmite cada frase es muy diferente, y pocas veces es inocente. Por ejemplo, en conflictos con terroristas el verbo más usado cuando alguno fallece es que la policía lo “ha abatido”. Tiene un perfil más suave que indicar “lo han matado”. Ni que decir que el lenguaje que se usa en los medios está siempre muy trabajado, y en campañas electorales todavía más. Cuando se hacen encuestas, la forma de realizar la pregunta nos puede llevar a una respuesta dirigida de forma inconsciente. Si a eso se le añaden otros condimentos estadísticos nos referiríamos a “encuestas cocinadas”, acusación que muchas veces se ha realizado a José Félix Tezanos, presidente del CIS (centro de investigaciones sociológicas, aunque hay quien lo denomina “centro de investigaciones socialistas”).
En definitiva, las frases y las palabras, especialmente cuando ocupan un titular, se escogen con diferentes fines, aunque destacan dos. En primer lugar, vender más. En segundo lugar, orientar al receptor a una conclusión. Siempre, llamar la atención. Y todo ello sin comentar la fuerza de las imágenes. Basta leer que tipo de fotos aparecen en los medios de comunicación de los diferentes políticos. Además de divertido, es fascinante. El ejemplo final; la visión que nos proporcionan los medios de los presidentes de los diferentes países. Unos tienden a aparecer más simpáticos, risueños, decididos y carismáticos. Otros tienen un aspecto más antipático y siniestro.
Las cifras del estallido francés que ahora comienza a remitir son enormes: cientos de edificios dañados, 1.900 coches quemados, 2.000 personas detenidas ó 500 policías heridos son en realidad mínimos que solo pueden subir. ¿Cómo puede ser? ¿Ha fallado la integración? ¿Ha aumentado la desigualdad? ¿Estamos en la edad de la ira? Los análisis de esta situación siguen una estructura que abarca todo el espectro político. De forma reducida y exagerada podríamos indicar que para la izquierda más extrema la valoración sería que todo lo que ha ocurrido está justificado: “los ricos son culpables; ya no quieren vivir con otros y están fortificados” (Jean-Luc Mélenchon). El presidente Macron pide “responsabilidad a los padres para mantener a sus hijos en casa” para evitar más caos. No es difícil pensar la visión de la extrema derecha: “estos niñatos necesitan mano dura y ponerse a trabajar ya”.
Estamos programados para asociar a los problemas una única causa y una única solución. Además, esta visión de la realidad se ha acentuado por razones como la inmediatez, la costumbre de leer sólo los titulares o quedarnos con las imágenes de un suceso sin pensar en el porqué de las cosas. De hecho, más que meditar acerca de cómo funciona el mundo hacemos al revés: adaptamos el mundo a nuestra visión del mismo. Por eso es más fácil que un votante de izquierdas comprenda que una de las causas principales de la muerta de Nahel sea el racismo y que un votante de derechas lo vea como un accidente triste e injustificado que por desgracia ha ocurrido.
El mundo es un lugar muy complejo. Todos los efectos tienen causas basadas en el comportamiento humano y en la naturaleza combinados con una buena dosis de azar e incertidumbre. Tan sencillo, tan difícil. Aunque sea más fácil escribirlo que aplicarlo, sólo nos queda orientar los incentivos de las personas a realizar actividades que promuevan el bien común, penalizando de manera justa y proporcionada las actitudes que perjudican a un amplio espectro social o a nuestro medio ambiente.
Ahora bien, ¿cómo definir el bien común? Existe una línea temporal que nos lleva a un futuro que se convertirá primero en presente y después en pasado. El matiz es importante, debido a que nos lleva a dilemas como cerrar una fábrica que contamina mucho o dejarla abierta para evitar la gran cantidad de desempleo que se podría generar.
Hay otras opciones más sencillas. Es fácil elegir entre trabajar cerca de casa ganando 3.000 euros al mes o trabajar fuera ganando 2.000 euros. Es fácil elegir entre abrir una fábrica para 1.000 empleados que no contamina y otra de 800 empleados que contamina. Sin embargo, la realidad no suele ser así. Cada elección tiene un coste.
Para comprender las razones ocultas del estallido francés (o de cualquier otro) y sus posibles soluciones necesitamos refinar nuestra visión interna del mundo. Eso nos ayudará a disfrutar del estallido de fiestas que ha comenzado de la mano del verano.
Sobre la paz. John F.Kennedy.
El 10 de junio del año 1963 JFK (John Fitzgerald Kennedy) realizó un memorable discurso sobre la paz en la American University. Han pasado, por lo tanto, 60 años. Buen momento para valorar las diferencias y similitudes entre el hoy y el ayer.
Igual que la primera lección que recibe un economista versa sobre la escasez y el concepto de coste de oportunidad, la primera lección del historiador es no valorar el pasado con los valores del presente. Por supuesto, esta idea la aplican los políticos a su interés. En caso de duda, basta reflexionar en asuntos como la guerra civil (¿quiénes son los buenos, quiénes los malos?) o la conquista de América (¿fue un genocidio o fue una manera de “civilizar” a las tribus de la selva?). A partir de la respuesta que se da a estas preguntas podemos adivinar con alto grado de probabilidad la ideología de una persona.
¿Cuál era el propósito del discurso? En esencia, se trata de buscar el tipo de paz adecuada, “no una Pax Americana impuesta al mundo por las armas de guerra estadounidenses. Ni la paz de la tumba ni la seguridad del esclavo. Me refiero a la paz genuina, el tipo de paz que hace que valga la pena vivir la vida en la tierra, el tipo de paz que permite que los hombres y las naciones crezcan y tengan esperanza y construyan una vida mejor para sus hijos. No solo paz para los estadounidenses, sino paz para todos. Todos los hombres y mujeres, no sólo la paz en nuestro tiempo, sino la paz para todos los tiempos.”
Primera conclusión: el nivel de los discursos políticos ha bajado de forma preocupante. En su mayoría, tienen otro objetivo: separar entre buenos (nosotros) y malos (ellos) repitiendo una y otra vez el mismo mensaje para que cale. Este es un cambio a peor, que busca influir en nuestra emociones más básicas: miedo (que viene el doberman feroz), el enfrentamiento (al menos es en las urnas) y en la esperanza (la que dan los nuestros). Hoy en día, el halago para los rivales está prohibido. Y sin embargo, en la época más dura del comunismo y con el mundo al borde de la guerra nuclear, Kennedy valoraba del pueblo ruso (entonces soviético) su ciencia, la investigación espacial, el crecimiento económico e industrial, su cultura, su valentía….incluso recordaba el enorme sufrimiento que habían pasado en la Segunda Guerra Mundial, con más de veinte millones de fallecidos. Uno tras otro.
Sergio Scariolo, entrenador de la selección española de baloncesto, recordaba dos aspectos relevantes sobre el pueblo ruso que le habían sorprendido cuando había estado entrenando en Moscú. El primero y relacionado con su capacidad de sufrimiento, la energía que eso les aporta para poder aguantar situaciones límite. El segundo y más olvidado: era occidente quien había intentado invadirles dos veces (Napoleón y Hitler).
Kennedy nos anima a examinar nuestra actitud hacia la paz misma. “Muchos de nosotros pensamos que es imposible. Demasiados piensan que es irreal. Pero esa es una creencia peligrosa y derrotista. Lleva a la conclusión de que la guerra es inevitable, que la humanidad está condenada, que estamos atrapados por fuerzas que no podemos controlar”. Esta idea es peligrosa: nos deja inactivos y responsabiliza a los demás del funcionamiento del mundo. Y sin embargo, “Nuestros problemas son creados por el hombre; por lo tanto, pueden ser resueltos por el hombre. Y el hombre puede ser tan grande como quiera. Ningún problema del destino humano está más allá de los seres humanos. La razón y el espíritu del hombre a menudo han resuelto lo aparentemente irresoluble, y creemos que pueden hacerlo de nuevo….”. Aquí es donde aparece un patrón nuevo: hace 60 años, la sociedad pensaba que podía cambiar el mundo. Los intelectuales tenían gran peso en la opinión pública, existían grupos musicales reivindicativos y las manifestaciones no eran sólo para exigir subidas de sueldo. Estos movimientos han desaparecido.
“Por lo tanto, no seamos ciegos a nuestras diferencias, sino que también dirijamos la atención a nuestros intereses comunes y a los medios por los cuales se pueden resolver esas diferencias. Y si no podemos terminar ahora con nuestras diferencias, al menos podemos ayudar a que el mundo sea seguro para la diversidad. Porque, en última instancia, nuestro vínculo común más básico es que todos habitamos este pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos apreciamos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales.” Como todo buen discurso, termina con un canto a la esperanza y a la responsabilidad del ser humano.
Cuando Bill Clinton era presidente de los Estados Unidos, hizo colocar en una mesita un trozo de roca que los astronautas del Apolo habían traído de la luna. Cuando una discusión subía de tono, señalaba el peñasco para recordar nuestra pequeñez y lo mucho que nos unía.
El presidente actual, Joe Biden, ha seleccionado una roca lunar para “recordar a los estadounidenses la ambición y los logros de las generaciones anteriores”.
Sésiles.
El gran divulgador italiano Stefano Mancuso expone en sus maravillosos libros dedicados a las plantas la gran cantidad prejuicios que tenemos sobre ellas. Nos parecen rígidas, inmóviles, aburridas y comestibles. Sin embargo, no es así. Son grandes comunicadoras, lo cual conlleva, de forma sorprendente, a reconocer que son organismos sociales. Para ellas lo más importante es el grupo, y las diferentes formas que tienen de dispersar sus semillas lo usan para llegar a territorios remotos e inhóspitos. El caso más asombroso: Chernóbil, mundialmente conocido por el accidente nuclear del año 1986. Muchos lugares de la zona están cerrados para los seres humanos, y finalmente los han conquistado las plantas, de manera que hoy en día es uno de los territorios con mayor biodiversidad de la antigua Unión Soviética. Esto nos lleva a una pregunta inquietante: ¿es el ser humano peor que la radioactividad?
Las plantas son sésiles, es decir, arraigadas. Eso implica que aunque no pueden irse del lugar donde han nacido, pueden moverse a su gusto y placer. Los arraigos de las personas son, sobre todo, mentales. Surgen de la cultura, la educación y las vivencias. Y estos arraigos hacen de las fiestas veraniegas un momento especial para recordar nuestra identidad y centrarnos un poco más en nuestra tierra, amigos y familiares.
Aprovechemos estos días para meditar cómo el pasado nos ha llevado a ser lo que somos, disfrutar del presente de forma responsable recordando que el futuro depende, entre otras cosas, de nos cuidamos y cómo cuidamos nuestro medio. Y eso comienza por nuestras plantas.
La sabiduría de la multitud.
El estadístico Francis Galton se encuentra en una feria de ganado en Plymouth (Reino Unido) y observa cómo diversos expertos se dedican a predecir el peso de un buey. Al encontrarnos en el siglo XIX, esta operación se realiza como se dice en el lenguaje popular, “a ojo de buen cubero”. Lo asombroso del asunto es que se realiza un promedio entre diferentes personas que observan también el animal y se calcula la media aritmética de los pesos estimados….y el resultado casi acierta el peso real. Ha nacido la sabiduría de la multitud.
El concepto tiene base científica, como demostró la BBC inglesa en un experimento realizado en el año 2011, en el que 160 personas debían adivinar el número de dulces que contenía una jarra. Aunque su número exacto era de 4.510, hubo estimaciones que iban desde 200 hasta 10.000 dulces. El promedio final: 4.514.
Usando la misma lógica podemos pensar que los resultados de unas elecciones representan la “sabiduría de la multitud”, pero antes de profundizar en esa idea vamos a hacer un experimento con los resultados que predijeron los líderes de las principales formaciones políticas para las elecciones en la Comunidad Foral de Navarra. Por ejemplo, a UPN le dan desde 12 hasta 18 escaños, siendo la suma total de las predicciones 95. El PSN, desde 9 hasta 13, totaliza 76. Geroa Bai, desde 7 hasta 10, obtiene 56. Bildu, desde 8 hasta 10, se queda en 61. El PP, desde 4 hasta 7, en 35.5. Contigo, desde 3 hasta 5, se queda en 24. Ciudadanos y Vox obtienen una representación muy pequeña. Dividiendo los resultados por 7 (votaron los siete partidos con representación parlamentaria) y redondeando los decimales tenemos la composición final: UPN, 14. PSN, 11. Bildu, 9. Geroa Bai, 8. PP, 5. Contigo, 3. Remarcar que Vox no votó y que además esta formación tiende a tener cierto voto oculto. Por otro lado, se desconoce el efecto que pueda tener algún imprevisto en la campaña, tal y como hemos visto con la inclusión en las listas de Bildu de personas con un pasado delicado. En todo caso, la apuesta está hecha.
Las campañas electorales tienden a aumentar la polarización buscando repitiendo los mantras que se resumen en “buenos contra malos”, “esperanza contra miedo”, “futuro contra pasado”. Eso hace que la multitud no esté bien informada. En la actualidad aparecen los denominados “spin dictators” (los dictadores de la manipulación). El politólogo Daniel Treisman nos advierte de este peligro en su obra “los nuevos dictadores”. Aparecen temas espontáneos como la vivienda, la ley del sólo sí es sí y todo se olvida.
El olvido. Ya en Japón hace varios años se constató la pérdida de la memoria a corto plazo debido al uso intensivo de la tecnología y a la funesta costumbre de no recordar las cosas ya que “todo está en el teléfono móvil”.
Un cerebro vacío no puede generar ideas nuevas, ni crear patrones de interés ni desarrollar la imaginación ya que al final somos nosotros los que nos quedamos descargados en esos adictivos artilugios. Eso influye en el debate actual: se fijan temas variados y nunca se afrontan los problemas importantes. Para constatar esa idea, vamos a conocer un nuevo fondo de inversión: Fortress. Hoy en día se compra y vende cualquier cosa, y en este caso los fundadores de este fondo, Wesley Edens y Randal Nordone, se dedican a comprar juicios. Sí, juicios. En el año 2019 compraron a Acciona un litigio con la Generalitat de Cataluña por 170 millones de euros convencidos de que los tribunales les darían la razón. Así fue: a finales del año pasado los jueces les dieron la victoria y condenaron al Govern a pagar 304 millones de euros. Un doble escándalo en toda regla: por un lado, se demuestra que el dinero público sigue sin ser de nadie y por otro, el gobierno catalán se dedica a enriquecer a esos fondos a los que tanto critica. Este asunto ha pasado de lado.
Pasamos a otro lado. El Consejo Económico y Social Europeo ya conoce los asuntos prioritarios que desea tratar el gobierno español en su próxima presidencia que se asume en julio: la “negociación colectiva verde”, la “obesidad infantil” o las “medidas para mejorar la salud mental”. Sin embargo, la prioridad debe ser siempre la competitividad equilibrada, claro está, con la sostenibilidad. Cuando estos asuntos no están en el centro del debate, vamos por el camino equivocado. Eso sí, al menos hay movimientos como “The Good Lobby” con activistas como Alberto Alemanno. Defiende que la ciudadanía se implique más en las decisiones de gobiernos y empresas.
Sería la mejor forma de aprovechar la sabiduría de la multitud.
Resultados electorales.
Cuando terminan las elecciones, todos los partidos repiten el mismo ritual: se reúne el comité ejecutivo para “valorar los resultados”, “reflexionar” y “tomar medidas para mejorar las decisiones futuras”. Aquellos que tienen más opciones de gobernar comienzan las reuniones con otras formaciones para explorar acuerdos que permitan repartirse cuotas de poder, con una gran capacidad de diálogo: “que se ahorren la llamada los que no tienen ninguna posibilidad”. En este caso, es de agradecer tanta claridad y sinceridad, en tanto no son características comunes de este tipo de negociaciones.
La pregunta pertinente no puede ser más clara: ¿cuáles son los principales temas de conversación? ¿Serán las medidas económicas, políticas y sociales que se deben establecer? Claro que no. Es un simple reparto de puestos. No hay más. Así nos va, así nos va a ir. Que si está feo que los socialistas pacten con los extremos, que si está peor que los populares pacten con los otros extremos…..es lo mismo; no deja de ser una estrategia para alimentar la polaridad que da de comer a unos y otros. Así se continúa con la estrategia de la patada hacia adelante.
Es un problema social muy grave. Finn Kyland, Premio Nobel de Economía, argumenta que en su país (Noruega) las instituciones no dependen de las elecciones. Eso disminuye la incertidumbre y hace que las inversiones y los proyectos empresariales aumenten, generando prosperidad futura. Al fin y al cabo, en temas políticos sólo se debe contestar a una pregunta: ¿cómo ser competitivos manteniendo un mínimo de sostenibilidad social y medioambiental?
Pensemos en la dimensiones de la cuestión anterior. La competitividad es necesaria para generar riqueza futura. De hecho, es la única forma de afrontar otros problemas que tenemos como sociedad, sean las personas que corren riesgo de estar fuera del sistema, el cambio climático, la soledad de nuestros mayores o la salud mental de todos. Los países más pobres del mundo lo tienen más difícil para afrontar estas dificultades debido a su escasez de recursos. Eso los hace más vulnerables a revoluciones internas, a la violencia o a desastres naturales, esos que están aumentando en frecuencia e intensidad: inundaciones, incendios o terremotos. Sin embargo, nuestros políticos tienen una prioridad más importante. Es algo lógico en términos racionales: cuidar su prosperidad personal. No lo es en términos de bien común: no se toman las medidas más urgentes. En este caso, es tentador aplicar dos estrategias dañinas para la sociedad, las cuales son muy graves.
En primer lugar, fomentar enfrentamientos entre personas. Unos son de extrema derecha o derecha extrema. Los otros, de extrema izquierda o izquierda extrema. En Estados Unidos, por ejemplo, está bajando de forma preocupante la cantidad de matrimonios realizados entre republicanos y demócratas.
Es más: algunos estudios (desconozco cómo se hacen) demuestran que las citas sociales en las que se juntan personas de partidos políticos diferentes duran menos tiempo. La segunda estrategia dañina es el aumento incontrolado de las deudas. La subida actual de tipo de interés se ha trasladado a las hipotecas: en algunos casos pueden pasar de 500 a 800 euros. ¿Cómo va a afrontar eso una persona que viva sola y tenga un sueldo de 1.200 euros? No hay manera. Desde luego, de este problema social y las formas de afrontarlo no se ha comentado nada en la campaña electoral. Nada de nada. Ahora vamos a trasladar la subida de interés a la deuda pública: el pago de intereses podría rondar los 40.000 millones de euros. Es una magnitud tan enorme que somos incapaces de visualizarla. Claro que una vez más, eso no preocupa a los políticos: a ver cuáles son los regalos para la próxima campaña electoral.
Todavía hay más: un país con alta deuda ahuyenta la inversión. Aunque siempre esté la opción remota de la suspensión de pagos, la deuda hay que pagarla. Eso implica que tarde o temprano se subirán los impuestos para poder afrontarla. En ese caso, ¿quién arriesga su dinero en un país con incertidumbre fiscal? Muy pocos. Meditemos: siempre se comenta que es necesario un pacto global para la educación. Lógico. Sin embargo, es imposible alcanzarlo: tarde o temprano el partido en el poder dirá que eso es debido a su capacidad de generar consensos, y el de la oposición no desea someterse a ese relato. Bien; de la misma forma debería realizarse un pacto fiscal de mínimos, aunque sea para que los inversores supieran a qué atenerse. Por la misma razón anterior, nunca se hará.
Volvemos a los medios, revisemos las noticias. ¿Qué tipos de pactos habrá previos a las elecciones de julio? ¿Qué tipo de gobiernos veremos en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos?
Continúa el circo. ¿Y nuestra competitividad? ¿Y nuestra sostenibilidad?
¿Y nuestro futuro?
Amigos.
Siempre se ha comentado que la felicidad tiene tres fuentes: la salud, el dinero y el amor. Sin embargo, todos los estudios infravaloraban un factor más importante que el dinero y el amor: la vida social. Los amigos. De hecho, muchos analistas han encontrado resultados sorprendentes. Vamos a conocerlos.
Robert Waldinger, profesor de Harvard, está dirigiendo un estudio sobre la felicidad que comenzó en el año 1938. Su resultado fundamental: “la longevidad está determinada por la gente con la que te relacionas”. Aunque ya se conocía que uno de los mejores formas de predecir los años que iba a vivir una persona es el número de amigos que tiene con 50 años, podemos indicar otros datos. Por ejemplo, vivir en solitario equivale a fumar diez cigarrillos al día. Por eso en algunos países ya se han creado “ministerios de la soledad”. Normal: la tercera parte de las personas se sienten solas. Algunos supermercados están valorando la necesidad de tener personas en las cajas que den conversación a sus clientes. Además de promover la amistad, Waldinger recomienda mantener la curiosidad. Y es que la sabiduría popular no siempre acierta: en realidad, la curiosidad no mató al gato. Lo curó.
Nos vamos ahora a Oxford, donde toca recopilar las ideas del profesor Robin Dunbar, conocido por su célebre regla de que sólo podemos mantener 150 amistades (definidas como “personas con las que conversas con total naturalidad si los ves en un aeropuerto”). Amigos, amigos. ¿Cómo definirlos? Eso es un concepto personal y cultural, pero si consideramos como íntimos a aquellos con los que podemos conversar de cualquier cosa en cualquier momento, con cuatro o cinco amigos íntimos las probabilidades de depresión se desploman. El dato curioso: la tercera parte de las visitas al médico se realizan para charlar. Fue famoso el caso de una mujer que puso su piso en venta (sin ninguna intención de hacerlo) ya que su propósito real era poder dialogar con alguien. Según el enfoque de Dunbar los siete pilares de la amistad son hablar el mismo idioma, nacer en el mismo entorno, tener estudios similares, aficiones e intereses comunes, compartir valores morales y políticos, reírse de lo mismo y curiosamente, que les guste la misma música.
¿Por qué la amistad es tan positiva? Cuando hablamos, cantamos, reímos, comemos o bebemos liberamos hormonas como la endorfina o la oxitocina, potenciando nuestro sistema inmunitario.
Entonces, ¿cómo fomentar la amistad? No es tan fácil. En un mundo en el que pasamos tres horas del día mirando el teléfono con estadísticas de consultas que no dejan de subir, lo adecuado es realizar actividades o crear lugares donde la gente pueda encontrarse. Cuando estamos en un mundo de algoritmos preparados para captar nuestra atención, es necesario realizar un gran esfuerzo para ello. No lo olvidemos: las adicciones no se curan con campañas informativas.
Menalco es el protagonista del libro “los caracteres” (siglo XVI), única obra del escritor La Bruyére. El filósofo Jorge Freire llama “menalquismo” a la tendencia que tenemos de posar la atención en todo estimulo que se nos presenta, ya que es lo que distingue a nuestro afamado protagonista: es incapaz de terminar de contar una historia o realizar una actividad concreta al no poder centrarse en lo que hace. Por algo John Tarrant, maestro zen, nos recuerda que “la atención es la forma más básica de amor”.
Cada vez más autores están de acuerdo en que la atención será el nuevo coeficiente de inteligencia. Por eso investigadoras como Amishi P.Jha ya están siendo contratadas por el los marines norteamericanos o deportistas de élite para poder centrarse en sus objetivos. Curioso el caso de Rodrigo Goes, delantero del Real Madrid: ha preferido contratar un experto en mantener la atención antes que a un psicólogo. ¿Paradigma de los nuevos tiempos? Esos que en este caso alcanzan ya la nutrición asociada….a los genes de cada persona. Es decir, a la carta.
Para Amishi, los seres humanos tenemos un sesgo universal: la propensión a pensar en lo que pasará después y lo que ha pasado antes. Por otro lado, en culturas individualistas se tiende a pensar que somos seres inmutables y estamos desvinculados de los demás. Eso implica que en muchas tareas realizadas con éxito sobrevaloremos nuestros actos sin tener en cuenta lo que nos han ayudado. En culturas colectivas como las africanas se lleva el Ubuntu: “yo soy porque nosotros somos”.
Otros autores recomiendan tener, además de primero amigos íntimos y después buenos amigos, amigos “medios”: aquellos a los que podemos acudir para una circunstancia concreta.
Existe también una razón estadística para tener amigos: las alegrías se multiplican, las penas se dividen.
Irrigar e irrogar.
Ya Confucio lanzó la siguiente sugerencia: “debemos hacer que las cosas reales concuerden con las connotaciones que se derivan de sus nombres”. Eso implica traducir vocablos de otros idiomas con sumo cuidado, ya que existen palabras de pronunciación desagradable, asociada a su significado. Es más, la idea se puede aplicar de otras maneras: podemos usar a menudo los conceptos que nos interesan o disminuir el uso de conceptos que nos parecen más negativos. En este sentido, los estudios son abrumadores. Por ejemplo, con prohibirnos usar la palabra “ocupados” se puede llegar a disminuir nuestros niveles de estrés. También es muy útil no usar expresiones mal sonantes, las denominadas “palabrotas”. Eso implica mejor convivencia con nosotros mismos y con todas las personas que nos rodean. Si a eso se le adjuntan patrones de comportamiento como no elevar nunca el tono de voz o guardar un respeto mínimo tenemos que las relaciones humanas mejoran. Esto es válido desde la vida familiar….hasta la vida del Congreso.
Jugando con las palabras, el analista económico Carlos Segovia observó un detalle de interés cuando Yolanda Díaz, por fin candidata a las elecciones generales, comentó sobre la reforma de las pensiones que “vamos a irrogar una cantidad de ingresos al sistema muy importante”. El tema es que irrogar quiere decir “causar perjuicios o daños”, mientras que irrigar, la expresión que deseaba usar, significa “regar o esparcir agua sobre la tierra o una planta para beneficiarla”.
El debate de las pensiones es complejo, y para ello basta comprobar todo lo que está pasando Francia. Macron intenta alargar la edad de jubilación de 62 a 64 años en una medida más que razonable: todos sabemos que para gastar más de lo que tenemos debemos endeudarnos, y es lo que están haciendo los Estados de una forma preocupante. Esta lógica, que sólo es útil si la tasa de crecimiento económico es superior al tipo de interés (es como si una empresa tiene una rentabilidad del 5% y se endeuda al 2%; es la denominada “deuda buena”), es inviable debido a la bajada del primer término y la subida del segundo. Eso es otro efecto colateral de las políticas monetarias restrictivas: aunque se hacen para frenar la inflación, por un lado el valor de los activos de renta fija disminuyen y por otro es menos viable endeudarse además de para las empresas para los gobiernos. Se debe recordar que cuando comenzaron a plantearse las pensiones, la esperanza de vida se marcó como referencia para empezar a cobrar. Ahora, tenemos un ejemplo claro del gran coste que supone eliminar derechos adquiridos: sólo renunciamos a ellos cuando percibimos que no hay otro remedio.
Volvamos a las palabras. En Estados Unidos, los republicanos siempre han sido más escépticos con el asunto del clima que los demócratas. De hecho, no hace mucho tiempo la expresión más usada era “calentamiento global”. Como es más fácil cambiar la percepción que la realidad, una impresionante campaña mediática hizo que la expresión más usada fuese “cambio climático”. Así es como estamos ahora.
Sobre este asunto, es preocupante la sobreestimación que hacemos del presente olvidando que el mañana siempre llega y claro, no siempre los problemas generados tienen solución. Lo que ocurre es que la gran catarata de historias, películas, libros o series con la que somos bombardeados en cada momento del día nos hacen pensar que todo relato tiene final feliz. Es lo que vende, aunque la realidad sea distinta. El tema es muy grave: minoramos el esfuerzo de hoy dejando las cosas más importantes para más adelante, debido a que “ya se solucionarán de alguna forma”.
En consecuencia, empezando por nuestra vida personal, continuando por los patrones de comportamiento observados en nuestra vida social y terminando con la vida política es más que pertinente distinguir entre irrigar e irrogar. Respecto del primer caso, una curiosidad sobre los últimos estudios sobre felicidad: las relaciones personales se sabían importantes, pero nos quedábamos cortos. Para predecir el número de años que va a vivir una persona en calidad y cantidad el mejor indicador ya es, en sentido positivo el número de amigos y en sentido negativo mantiene su posición de “honor” el tabaco. Así que además de lo que nos cuentan siempre con la salud, dinero y el amor ya tenemos otro asunto especial a irrigar: nuestras amistades. ¿Más posibilidades? Es responsabilidad de cada cual desaprender, aprender y decidir.
Si ya es difícil suprimir todo lo que “irroga” nuestro día a día debido a lo arraigados que tenemos nuestros hábitos, más difícil es suprimir lo que irroga la vida pública por una razón muy sencilla: los incentivos personales. En el caso de la política demasiadas veces no coinciden con los de la sociedad.
Labor fascinante: irrigar, irrogar. Promover, suprimir.
Isegoría y parresía.
En una frase memorable, Fred Kofman afirma que “sólo vemos aquello de lo que podemos hablar”. El cambio de sentido respecto del lenguaje coloquial, en el que siempre decimos ideas como “yo te cuento lo que he visto” causa asombro, y el aprendizaje es profundo: las palabras moldean de forma clave nuestra realidad. De hecho, el caso más nombrado de la literatura es la célebre “neolengua” que aparece en el libro de George Orwell 1984. Las autoridades cambian el vocabulario y eliminan palabras como libertad. El propósito no puede ser más claro: no podemos reclamar lo que no conocemos.
Se considera que el castellano tiene cerca de 300.000 palabras y que Cervantes utilizó, para escribir el Quijote, 22.939 palabras diferentes. Se considera que en nuestra vida cotidiana usamos cada día 300 palabras. Los jóvenes, además, llegan a usar 37 emoticonos para indicar cuál es su estado de ánimo. Es indudable que esto nos lleva a percibir la realidad con unas gafas de realidad….disminuida. Así se encuentra nuestra comprensión lectura y nuestro espíritu crítico: en clara regresión. Si además a eso se le añade el lenguaje políticamente correcto con barbaridades como prohibir corregir con bolígrafo rojo para no herir sensibilidades (ocurrió circunstancialmente en Australia), no decir la palabra “gordo” en los libros o evitar indicar que una mujer trabaja de cajera (lo han intentado con la obra de Roald Dahl) tenemos un problema como sociedad grave.
Es más, aspectos que antes se comentaban de forma estándar como: “me voy el sábado a cazar” (estás contra los animales), “hemos ido muy lejos con el uso de palabras sostenibilidad, las cuales al servir para todo ya no sirven para nada” (estás contra el planeta) , “muchas prerrogativas del ministerio de igualdad deberían estar en educación o se corregirían con leyes concretas” (estás contra la igualdad) se callan por miedo al qué dirán y a la posible estigmatización social.
En este contexto, necesitamos isegoría y parresía. El primer concepto procede de la antigua Grecia, y consiste en un sistema donde todos tienen el mismo derecho a usar la palabra en la asamblea. Claro que en esa época había muchas limitaciones democráticas reconocidas por todos, pero lo relevante es que por primera vez (que tengamos constancia de ello, claro está) apareció la idea. El segundo concepto, también griego, implica la libertad de hablar todo con sinceridad. Eso ocurre cuando podemos expresarnos con franqueza y sin miedo, cosa que en demasiadas ocasiones sólo se hace en contextos muy reducidos, en los cuales tratamos con personas de mucha confianza. Parresía es un término griego compuesto por “pan” (quiere decir todo) y “reo” (quiere decir….¡decir!). Llama la atención el enorme contraste entre su significado antiguo y nuestro uso presente. Todavía hay más: según la RAE, parresia (esta vez sin tilde, tan de moda sólo ahora) es “apariencia de que se habla audaz y libremente al decir las cosas, aparentemente ofensivas, y en realidad gratas o halagüeñas para aquel a quien se le dicen”. ¿Tienen algunos debates del Congreso de diputados parresia? No lo descartaría.
Hoy en día cada vez existe más desconfianza respecto de los medios. La tecnología permite crear vídeos o podcasts falsos de personas a las se desea acusar para dañar su reputación y terminar así su carrera política o profesional. En este sentido, el periodismo tradicional se torna fundamental para distinguir la verdad del ruido. Si bien de forma lógica e inevitable la interpretación de los hechos difiere, los hechos siguen siendo hechos, los datos siguen siendo datos. Sabido es que los números no engañan y que a los que engañan les gustan mucho los números. Así, un medio de derechas puede dividir los impuestos que se pagan en España entre el total de trabajadores (sale un número alto) para pedir así una rebaja fiscal. Sin embargo, un medio de izquierdas divide los impuestos entre el total de personas (sale un número bajo) para pedir así una subida fiscal. Están en su derecho. En todo caso, otros medios estudiarán la realidad y comprobarán que históricamente el PP es el partido que ha subido los impuestos y el PSOE es que los ha bajado. ¿Ideología? No. Ciclo económico. Sea de una u otra forma, los medios más fiables son los que adoptan isegoría y parresía.
En el mundo de hoy existen múltiples actores que intentan ejercer influencia y llamar nuestra atención. Es un cambio enorme: hace no tanto tiempo estas estrategias se usaban tan sólo para vender más. Ahora la cosa es más profunda: se intenta convencer a los demás para seguir a pies juntillas un partido político, una religión, una marca, una red social, una comunidad, navegar en Internet o una ideología. Este tipo de atributos forman parte de nuestra identidad, por eso nos cuesta desprendernos de ellos.
Ahora toca elegir. Yo elijo ambientes donde pueda disfrutar de la isegoría y la parresía.
¿Tú?
Silicon Valley Bank.
Una persona que tenga ahorrados, por ejemplo, 100.000 euros y desea invertirlos para montar un negocio puede elegir entre múltiples opciones. Si monta un restaurante tenemos claro cómo crear valor añadido: se compra el género, preparamos un buen local con ambiente acogedor, recetas sabrosas, una buena campaña publicitaria y ya estamos en el mercado. ¿Qué la cosa va bien? De maravilla. ¿Y si la cosa va mal? A cerrar. Razón principal: los gastos son mayores que los ingresos y no se percibe ningún cambio de tendencia futuro. Por cierto, llama la atención el sesgo optimista que tenemos al comenzar un proyecto nuevo. Pocas veces se plantean escenarios negativos, y es fundamental: aunque lo ideal es evitar que ocurran, es conveniente estar preparados para suavizar las consecuencias. No sólo ocurre en las empresas: muchas parejas comienzan bellas historias de amor sin pensar en posibles desavenencias futuras.
Supongamos que tenemos la opción de montar un banco. ¿Cómo se crea valor añadido? En primer lugar, podemos prestar parte de los 100.000 euros y ya ganaríamos unos primeros intereses. Pero lo mejor es captar depósitos y remunerarlos con un interés bajo (por sencillez el 1%) para después reinvertirlos (pongamos el 3%) y ganar así la diferencia. Si además nuestro banco capta en depósitos 900.000 euros tiene un total de un millón de euros para prestar. La autoridad bancaria (en nuestro caso, el Banco Central Europeo, BCE) sólo permite prestar un porcentaje de los depósitos captados. En otras palabras, cada banco está obligado a guardar una proporción de los ahorros de sus clientes. Este valor se llama coeficiente de caja; si fuese del 10% estaríamos obligados a custodiar 90.000 euros, con lo cual podríamos prestar 810.000 euros. Así se comprende lo que ocurre en los pánicos bancarios: es inviable devolver todos los depósitos de golpe. Un coeficiente de caja bajo garantiza más movimiento de dinero pero en economía siempre hay una contraparte: en este caso se asume más riesgo.
Otro indicador de interés es el denominado apalancamiento financiero: consiste en dividir el total de activos (900.000 más 100.000, un millón) entre los fondos propios (nuestros ahorros, 100.000 euros). En nuestro caso, el resultado es 10. Un alto apalancamiento financiero es equivalente al coeficiente de caja en el sentido de que si bien en teoría nos va a garantizar más rentabilidad (ganancias divididas por ahorros) tiene la misma contraparte: se asume más riesgo.
La mayor parte de las crisis bancarias están asociadas a un bajo coeficiente de caja, un alto apalancamiento financiero y a invertir de forma desafortunada los depósitos de nuestros clientes, los cuales están garantizados por el Estado. En contraparte debe existir supervisión pública. Sin embargo, lo primero que se enseña en las clases de inversión es que no se pueden dejar todos los huevos en la misma cesta. Entonces, ¿qué ha pasado en Silicon Valley Bank (SVB)? Ha sido…¡demasiado conservador!
En teoría (recordemos que en teoría la teoría es igual a la práctica, en la práctica no) una de las opciones más seguras de inversión es la renta fija, ya que nos garantiza una renta constante durante un tiempo. Así, un bono de 1.000 euros al 2% durante 10 años nos garantiza 20 euros por año hasta que nos devuelvan la cantidad invertida. Ahora bien, hay un problema: los tipos de interés. Si suben al 4% y deseamos vender nuestro bono nadie nos va a pagar 1.000 euros por él ya que tan sólo da un 2%. En consecuencia, conforme más suben los tipos de interés más bajan de precio nuestros bonos. Si tenemos mucho activo en renta fija (SVB), se desploma. Todavía hay más.
No es descabellado retirar depósitos que rentan poco para comprar bonos al 4%: son una inversión segura. Así, algunos clientes comienzan a pedir su dinero y aumentan los problemas. No son pocos: bajada de la rentabilidad, pérdida de solvencia, nuestra liquidez se tambalea y terminamos como terminamos. Todavía hay más.
Antes del Covid, las empresas tecnológicas de nueva creación (startups) tenían en depósitos de Silicon Valley 40.000 millones de dólares. A finales del año pasado, la cifra pasó a ser de 200.000 millones de dólares. Si nuestros clientes están acostumbrados a operar con rapidez en Internet, en cuanto observen un pequeño indicio de un posible problema tenderán a actuar al momento. Todavía hay más.
El Banco Central Europeo está subiendo los tipos de interés para atajar la inflación que nos asola. Uno de los efectos “indeseados” de esta política es que los activos en renta fija de bancos, empresas o particulares se hunden.
No hay más.
Javier Otazu Ojer. Economía de la Conducta. UNED de Tudela.
Transmitir.
El saludo más típico que realizamos cuando vemos a algún conocido es: “hola, ¿qué tal estás?”. Aunque la respuestas habitual es “bien, bien” sin duda es más correcta la expresión ideada por el economista Carlos Rodríguez Braun: “bien, sin entrar en detalles”. Desde luego, este lenguaje coloquial no merece crítica alguna; es la forma habitual de comunicarnos entre nosotros. Ahora bien, ¿qué transmite?
La comunidad científica admite, en su gran mayoría, la regla de Albert Mehrabian: 55-38-7. Se trata de porcentajes, de manera que el 55% indica la influencia en la comunicación del lenguaje no verbal, el 38% del tono de voz y el 7% de las palabras. Por eso muchos whatsapp deben ser tomados con cautela, ya que tan sólo aparecen las palabras escritas. Por cierto, no deja de ser asombroso como un día sí y otro también se filtran mensajes en los que se critica a personas con nombre y apellidos. En un mundo en el que las cosas pasan del blanco al negro con facilidad (en especial en las altas esferas) es completamente estúpido hacer eso: un adversario pasa a ser aliado en un momento y…bueno, el pasado queda registrado. En términos de coste de oportunidad es una elección “dominada” ya que podemos perder mucho (reputación, prestigio) a cambio de muy poco (un momento de desahogo personal).
Pasemos del lenguaje de la calle al que usamos para apoyar a personas que lo están pasando mal o están estresados debido al gran esfuerzo que están realizando para lograr un reto personal como superar una oposición o una enfermedad. En ese caso, lo más habitual es usar expresiones como “ánimo” o “estoy para lo que quieras”. ¿Son útiles? Al comunicarnos es útil conocer las diferencias entre el emisor y el receptor. Pensemos en el típico dilema que todos hemos vivido: “tengo que darte dos noticias, una buena y otra mala. ¿Cuál prefieres que sea la primera?” El receptor siempre pide la mala ya que de esa forma después tendrá un consuelo. El emisor, sin embargo, piensa en sentido contrario: mejor dar primero la buena noticia ya que así no es tan duro indicar el suceso negativo.
Todos estos mensajes de ánimo y ayuda se agradecen. Sin embargo, más que decirlo es mejor transmitirlo. Ejemplos, todos los que deseemos. Cuando estamos con alguien que lo está pasando mal es mejor aportar humor y energía antes que hablarlo. Claro que tampoco es cuestión de ser un “viva la vida” y reírse todo el rato como si nada importase, pero el equilibrio no es tan complicado.
Muchos padres ven a sus hijos agobiados estudiando y los mensajes son los siguientes: “ánimo”, “tú puedes”, “si te sale mal el examen no pasa nada”. Sin menospreciar su buena voluntad, hay opciones mejores como crear un ambiente que proporcione tranquilidad o realizar y proponer actividades que sirvan para evadir la mente. Así se vuelve al trabajo con más energía. No lo olvidemos: decir a alguien que esté tranquilo cuando nosotros no lo estamos transmite, claro está, intranquilidad.
Muchos jefes plantean reuniones de trabajo con los siguientes mensajes: “somos un equipo, todos estamos en el mismo barco”, “vuestra labor es muy importante para la empresa y aunque no lo parezca, sabemos valorarlo”, “aquí todos somos iguales”. Lo adecuado es transmitir estas ideas con hechos. Ejemplos: pidiendo sugerencias, preparando reuniones en la que cada empleado se sienta capacitado para decir lo que piense (lo normal son las reuniones para que cada empleado diga lo que otros desean escuchar) o comentando de forma clara y concisa la situación financiera de la empresa.
Muchos políticos se dedican a transmitir mensajes del siguiente estilo: “somos los buenos y los otros son los malos”, “somos los únicos que nos preocupamos de verdad de la gente”, “nosotros o el caos”. En este caso, por desgracia, es lo que deben hacer. La estructura del sistema de partidos es destructiva ya que como decía Alfonso Guerra, “el que se mueve no sale en la foto”. En la controversia entre libertad de pensamiento dentro de los partidos y seguridad, se ha elegido la segunda opción.
Somos seres sociales y eso conlleva comunicación. Esta comunicación contiene unas reglas que debemos tener en cuenta. Estas reglas las usan sobre todo los políticos, ya que tienen unos asesores que les preparan para ello. Estos asesores conocen nuestros instintos más profundos, y ajustan el mensaje para satisfacer dichos instintos.
Todo ello sirve para reflexionar en la forma en que enviamos y recibimos los mensajes. Así, podemos concluir con tres ideas. Lo que importa son los comportamientos, no las palabras. Un emisor puede cambiar el foco para evitar afrontar un problema grave. A veces, cuando nos dicen una cosa (“estoy tranquilo, la situación está controlada”) realmente nos dicen lo contrario.
Cooperación en un mundo fragmentado.
Así es como se titulaba la reunión realizada entre los días 16 y 20 de enero en Davos (Suiza) y organizada por el Foro Económico Mundial, creado en el año 1971. Su presidente es Klaus Schwab, economista alemán nacido en 1938. Esta organización tiene como objetivo “impulsar soluciones con visión de futuro y abordar los desafíos globales más apremiantes a través de la cooperación público-privada” según su web. Hubo un total de 2.700 líderes internacionales que debatieron sobre los asuntos que más preocupan en la actualidad: la inflación, la guerra de Rusia y Ucrania (por desgracia hay muchas más), la crisis de la deuda, riesgos geopolíticos, vulnerabilidades sociales, desigualdad, obstáculos para el desarrollo económico o los caminos a los que nos puede llevar la inteligencia artificial, de moda debido a la aparición del Chat GPT.
Los mensajes de los líderes han sido los habituales. Da la sensación de que entre hablar y escuchar, prefieren elegir siempre la primera opción. Sí, la inflación se ha suavizado aunque sigue siendo persistentemente alta. Sí, la situación económica no ha empeorado tanto como se esperaba. Sí, la guerra preocupa muchísimo. Otra cosa son las ideas para solucionarla. Muchos periodistas que han seguido conflictos internacionales siempre se hacen la misma pregunta cuando terminan: ¿y para eso era necesaria tanta sangre? Sí, la desigualdad se ha incrementado. De hecho, existe otro patrón preocupante: ¿cómo puede ser que organizaciones como Oxfam Intermón repitan cada año el mismo mensaje y no se haga nada? Da la sensación de que sólo se toman medidas cuando el bienestar más cercano se ve afectado. Por ejemplo, no me importa la desigualdad de Burkina Faso. Ahora bien, cuidado con la desigualdad en mi país, no sea que no pueda pasear tranquilo por la calle.
En definitiva, el mensaje de siempre: más incertidumbre, aumento de riesgos globales. Las medidas complicadas, para el próximo año.
Una reflexión interesante cuando se dan eventos de este estilo consiste en debatir acerca de los asuntos….que no se han tratado. Veamos tres ejemplos.
Además del desequilibrio generado por el aumento de la deuda, el sistema financiero mundial tiene otro problema: la banca en la sombra, que es la realizada por instituciones financieras privadas que no son bancos y a excepción de la posibilidad de realizar depósitos es las mismas ofrecen el resto de servicios financieros. Lo delicado: están regulados por las autoridades del país donde operan y eso implica, en un mundo donde las gestiones se hacen a golpe de clic, una competencia que desemboca en la creación de paraísos fiscales. Es difícil negar que eso implica más desigualdad, ya que la recaudación de los gobiernos disminuye y los servicios públicos se resienten. Lo más delicado: ya gestionan la mitad de los activos financieros globales. ¡Yo también quiero!
Primera novedad en Arabia Saudí: Mohamed Al – Jadaan, ministro de finanzas del país, se abre a vender el petróleo en divisas que no sean dólares. ¿Supone eso un cambio de paradigma en el mercado de las divisas, el FOREX? ¿Quiere decir eso que el dólar va a dejar de ser la moneda de referencia en las transacciones mundiales? Segunda novedad en Arabia Saudí: Cristiano Ronaldo ha fichado por un equipo de fútbol. El nombre del equipo no es muy conocido, pero lo que va a cobrar el futbolista portugués, que según ha afirmado “no he venido por dinero”, es una cantidad sideral. Claro, la razón del fichaje posiblemente venga dada por las pistas de esquí y las montañas que existen en ese país. Por algo Arabia Saudí ha sido el país elegido como anfitrión en el año 2029 de las olimpiadas de invierno en Asia. Quizás pensemos que allí hay un desierto, pero nada más lejos de la realidad: por el módico precio de 500.000 millones de dólares se puede construir una buena zona deportiva.
La influencia de los grandes gestores de inversión, en especial BlackRock y Vanguard, se ha disparado. Si Larry Fink (CEO de BlackRock) no es la persona más poderosa del mundo poco le falta. Vamos a reflexionar un poco. La política monetaria expansiva de los bancos centrales introduciendo una gran cantidad de dinero en el sistema tiende a crear inflación….aunque con pequeños efectos retardados. En nuestro caso, antes de dispararse la cesta de la compra subió la bolsa de valores. Es razonable pensar que gran parte de ese dinero se usó de la siguiente forma: se pide prestado a un tipo de interés bajo para adquirir posiciones en las empresas más estratégicas del planeta, las cuales disparan su valor. A partir de aquí las conclusiones son evidentes.
Un mundo fragmentado necesita cooperación. Sin embargo, observamos un año sí y otro también que persisten los mismos problemas. El mundo es muy complejo, existen intereses ocultos que pocas veces aparecen en los medios y muchas estructuras sociales están anquilosadas.
Tenemos trabajo. Mucho trabajo.
ULTIMA ACTUALIZACIÓN: 28/6/24
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