1. El chip.
Más de una vez observamos la vida que nos rodea y sentimos la necesidad de “cambiar el chip”. Aunque siempre es posible hacerlo, las mejores épocas para plantear esa idea son cuando va a comenzar el año o al final del verano, al inicio de la temporada de septiembre. Por esa razón son buenos tiempos para apuntarse a un gimnasio, un curso o realizar alguna colección de interés.
¿Cuál es la razón por la que deseamos hacerlo? Las personas necesitamos sentir que evolucionamos. Es algo que está en nuestros genes. En ese sentido y aunque parezca mentira, muchas películas y cuentos no nos han proporcionado el mejor camino. Muchas veces terminan con el mensaje de que “fueron felices y comieron perdices”. Esta idea no se asocia sólo a películas románticas, aparece también cuando los protagonistas de nuestra historia logran el objetivo soñado. Eso es un problema grave, ya que nos da a entender que cuando logramos algo ya podemos tomarnos las cosas con más parsimonia, y eso conlleva un riesgo: que nos volvamos perezosos.
¿Objetivos posibles? Tantos como dejemos volar a nuestra imaginación: triunfar en el deporte, la casa soñada o el trabajo de toda una vida típicos. Claro que hay un matiz: algunos objetivos son de suma cero. Pensemos en el deporte. Si gana uno, el segundo es ya el primer perdedor. En este caso, se crean grandes frustraciones. Sí, es cierto que muchos equipos de élite se han puesto las pilas y exigen a las jóvenes promesas superar sus estudios para poder continuar en la disciplina del club. Claro que si alguien marca 50 goles al año es posible que la regla se relaje…..por desgracia, las cosas son así. Se comenta que a los chavales se les sube el equipo a la cabeza, y nos olvidamos de los padres. Es difícil mantener la serenidad en momentos así.
Es un matiz interesante y minusvalorado: ¿es nuestro objetivo un juego de suman cero o no lo es? ¿Estamos preparados para asumir el fracaso? Es mejor tomar opciones en las que gane todo el mundo, desde el trabajador que se crea su propio puesto hasta el autónomo que crea una oportunidad de negocio donde no se ve. Sea como sea, es fundamental tener claras los pros y contras de las decisiones que tomamos.
Todos conocemos los famosos premios Nobel. Menos conocidos son los premios Antinobel, también llamados IgNobel. Se entregan a investigaciones científicas llamativas que aparentemente no tienen aplicación alguna. Por ejemplo, en el año 2022 en la sección de literatura lo han recibido Eric Martínez, Francis Molluca y Edward Gibson para comprender la razón por la que los documentos legales tienen un lenguaje tan complicado. En el ámbito de la ingeniería se ha estudiado el número de dedos que se necesitan para poder mover cada objeto. En el de la paz, un equipo liderado por Junhui Wu ha desarrollado un algoritmo que aconseja a los cotillas cuándo contar un rumor, cuándo decir la verdad y cuándo mentir para lograr más información.
Merece la pena resaltar el premio de economía. Alessandro Pluchino, Alessio Emanuele Biondo y Andrea Rapisarda han demostrado matemáticamente que el talento no es directamente proporcional al éxito. De hecho, la suerte influye más que el esfuerzo. Increíble, ¿no? Por cierto, los premiados reciben diez trillones de dólares de Zimbabue. La moneda ya desapareció, aunque al cambio serían unos 30 céntimos de euro. ¡Y luego nos quejamos de la inflación!
Para realizar el cambio de chip adecuado es útil recordar dos aforismos, uno de Samuel Taylor Coredige: “nada es más contagioso que el entusiasmo” y otro de John Milton: “quien domina sus pasiones, deseos y temores es más que un rey”. También debemos ser cautelosos: los libros de “antiayuda” y la psicología positiva también aportan mensajes peligrosos como “eres tan feliz como deseas ser” o “cree en tus sueños, se harán realidad”. Las cosas no son tan fáciles, y una de las razones por las que están aumentando las enfermedades mentales es la gran cantidad de impactos que recibimos por múltiples vías (por ejemplo, fotos de amigos/conocidos aparentemente felices en las redes sociales) y nos indican, de manera subliminal, los dos mensajes anteriores. Por desgracia, la vida tiene otras reglas. Se trata de comprenderlas y jugar con ellas. En ese juego es donde entra nuestro desarrollo personal.
Existe un pequeño molusco llamado ascidia con un comportamiento extraño. Al comienzo de su vida nada, hasta que se adosa a un lugar. A partir de este momento, absorbe su propio cerebro para alimentarse. Ya no lo necesita.
¿Y nuestra alimentación? ¿Cómo va? ¿Necesita un cambio de chip?
2. Del blanco y negro al color.
Una antigua canción dice “veo todo en blanco y negro…en blanco y negro….”. A veces es así: PSOE o PP, Podemos o Vox, izquierdas o derechas, Real Madrid o Barcelona, lo público o lo privado, vacuna sí, vacuna no… Estos debates muchas veces son interesados, y siempre debemos pensar quién sale ganando. Bien mirado la mayor parte de los asuntos que aparecen en los medios conllevan polarización, son temas de “pensamiento único” (a los que pocas veces se les busca solución) o son sucesos de interés que vienen y se van. Todo ello sin olvidar el entretenimiento, claro.
Veamos casos de pensamiento único. La pandemia. Como una de las consecuencias principales de la misma, los problemas mentales que genera asociados, entre otros aspectos, a la soledad. El incremento de la desigualdad: los ricos ganan cada vez más, los pobres menos. El calentamiento global: “nos estamos cargando el planeta”. El amarillismo político: ¿quién se presentará? Las pantallas, que estamos atontados con ellas. Pasamos a lo que va y viene. Si en el pasado fue el asunto de los talibanes, después vino el chuletón de Garzón. Estaban las ayudas para los afectados de las riadas, ahora tocan medidas para evitar catástrofes futuras. Hay otro tema que ha surgido y al parecer se va a quedar de forma persistente: la inflación, asociada a la subida de la energía.
En definitiva, tres bloques de realidad. Los que generan polarización, los de pensamiento único, los que vienen y van. Una realidad en blanco y negro. Ahora bien, ¿por qué no ver los colores de la realidad? ¿Lo oculto? ¿Los asuntos profundos que marcarán nuestro futuro? Vamos con ello.
Para comenzar, se pueden elegir cinco colores para representar nuestra realidad. El negro, asociado al miedo, oscuridad e incertidumbre. Algunos vendedores y muchos políticos juegan con el mismo para orientarnos a tomar unas u otras decisiones. Como recordaba Franklin D. Roosevelt en medio de la gran depresión (4 de marzo de 1933): “a lo único que hay que temer es al miedo”. Siguiente color; el gris. El del cerebro. Comprendiendo su funcionamiento, nos comprendemos mejor a nosotros mismos. Uno de los mayores investigadores en éste ámbito, Rafael Yuste, avisa: “la mayor desigualdad del futuro vendrá dada por los que puedan amplificar sus capacidades mentales y los que no”. Pasamos al amarillo. Simboliza la luz, el oro y el sol. Transmite claridad, energía, optimismo y alegría. En los tiempos que corren eso es más que necesario. Toca el verde: dinero y naturaleza. Mantener el equilibrio de las finanzas personales, empresariales y públicas es imprescindible. Mantener el equilibrio con la naturaleza, también. Y terminamos con el azul. Está asociado al manejo del silicio, fundamental para la tecnología de hoy, y al oro del futuro: el agua. La economía azul (idea de Gunter Pauli) busca imitar el comportamiento de los ecosistemas naturales. Uno de sus objetivos prioritarios es convertir los residuos en recursos, por eso incluye la economía circular. Este color transmite seguridad, tranquilidad, protección y salud.
Las transmisiones afectan a nuestras emociones. Recordemos las básicas y cómo nos afectan. Aparentemente las peores son el miedo, la ira y el asco, pero están desarrolladas como mecanismo de autodefensa. La tristeza es inevitable y sanadora, lo preocupante es que pase a depresión. La sorpresa es sorprendente, y la alegría proporciona un espíritu de entusiasmo y confianza que nos permite afrontar de mejor manera las circunstancias desagradables que la vida nos proporciona.
Es el momento de proporcionar más color al artículo, abriendo una realidad de posibilidades más amplias. ¿Cómo explicar la gran renuncia en Estados Unidos, según la cual muchas personas prefieren estar sin trabajar? ¿Tan bajos son los salarios? ¿Tan altas son las ayudas? ¿Tiene que ver con la epidemia de opiáceos que afecta al país? Kazajistán. ¿Cómo puede ser que un presidente pida disparar a matar a su gente? Sí, está demostrado que se hace lo que sea por tener poder. Sea una presidencia, sea un puestito. Y más aún si no hay alternativa profesional razonable. Más. Los políticos siguen hablando de izquierda y derecha, y sin embargo más del 60% de las personas piensan que ese debate está superado. Vaya, vaya, vaya…..Mientras, los avances científicos continúan. Que se pueda trasplantar un corazón de un cerdo a un humano es impresionante. Mandar el telescopio James Webb para conocer lo más recóndito de nuestro pasado es admirable, más aún cuando el proyecto se ha gestado con la colaboración de una cantidad enorme de personas, empresas y países.
Al fin y al cabo, así es el mundo. A lo largo del día, consumimos, vemos y disfrutamos de bienes y servicios que nos han proporcionado de nuevo, muchas personas, empresas y países.
Cuando vemos el mundo en blanco y negro, abandonamos el resto de tonalidades de color. Esas tonalidades van desde nuestro interés y desarrollo personal a evitar el sufrimiento humano de hoy sin comprometer el sufrimiento de mañana.
3. ESPÍRITU CRÍTICO Y MENTALIDAD ABIERTA.
La inflación sigue disparada. La mayor parte de los índices económicos siguen dando valores dudosos. La incertidumbre, si no es mayor, se mantiene. ¿Qué va a ocurrir en Ucrania? ¿Continuarán los problemas para recibir suministros? ¿Podremos mantener nuestro empleo? ¿Dónde podemos invertir nuestros ahorros?
El objetivo de este artículo no es dar recomendaciones económicas: las leemos, las vemos y las escuchamos en todos los medios, todos los días. El objetivo de estas líneas es comentar cuáles son los instrumentos mentales que debemos conocer, aprender y aplicar para tomar mejores decisiones. Sean del tipo que sean.
Sí; debemos ser inteligentes. El coeficiente intelectual, también llamado capacidad intelectual general (CIG) predice el nivel ocupacional y el rendimiento de una persona a lo largo de su vida mejor que cualquier otro atributo.
Es útil controlar los pensamientos en el sentido de ser reflexivos y no impulsivos. Existe un test ideado por el profesor del MIT Shane Frederick que evalúa la denominada reflexión cognitiva (TRC). ¿Por qué no hacerlo? Son tres preguntas. Toca leerlas y reflexionar sobre ellas; más adelante se comentarán las soluciones. No hace falta apurarse: sólo acierta el 17% de las personas.
Un bate y una pelota cuestan 1,10 euros en total. El bate cuesta 1 euro más que la pelota. ¿Cuánto cuesta la pelota? Si cinco máquinas tardan cinco minutos en fabricar cinco objetos, ¿cuánto tiempo tardarían cien máquinas en fabricar cien objetos? En un lago, hay un grupo de nenúfares y cada día duplican su extensión. Si tardan 48 días en cubrir toda la extensión, ¿en cuánto tiempo se cubre la mitad?
La evaluación de pensamiento crítico de Halpbern incluye disposición a la racionalidad y habilidades para el aprendizaje. Ejemplo: en una dieta los clientes pierden de media 5 kilos, en otra se pierden 10. ¿Qué preguntas harías antes de elegir una de las dos dietas? La escala para medir el pensamiento de mentalidad activamente abierta de Jonathan Baron responde cuestiones como si dejarse convencer por un argumento contrario es signo de buen carácter. Este tipo de pensamiento, que se puede enseñar, es el característico de los mejores analistas.
Como atributo adicional en el mundo anglosajón gusta el grit, definido como la perseverancia y la pasión en la persecución de objetivos a largo plazo.
Es el momento de comentar las soluciones. Para el TRC la pelota cuesta cinco céntimos y el bate un euro con cinco céntimos. Intuitivamente la contestación es diez céntimos. La siguiente pregunta es más difícil, ya que la respuesta es de cinco minutos aunque a primera vista parecen 100. A partir del enunciado no es sencillo advertir que si cinco máquinas tardan cinco minutos para cinco objetos, una máquina hará en cinco minutos la quinta parte de objetos: uno. Por lo tanto cien máquinas harán cien objetos en la misma cantidad de tiempo. Respecto de los nenúfares, claro que no tardan 24 días, tardan 47. El día anterior al último se habrá cubierto la mitad.
La contestación del test de Halpbern es abierta. Es pertinente preguntar si terminada la dieta las personas mantienen el nuevo peso o tienden a recuperar el anterior. La tasa base importa, quizás los del primer grupo pesaban de media 80 kilos y los del segundo 130. ¿Y la duración? Puede que la primera dieta haya durado un mes y la segunda haya durado tres meses. Son las cosas de la letra pequeña.
Respecto de la mentalidad activamente abierta, es obvio que lo más práctico es cambiar de opinión. No hay otra forma de crecer. Sin embargo, no es eso lo que pedimos a nuestros líderes, sean políticos, empresarios o deportistas.
Un aspecto clave y fundamental: está demostrado que no se puede ser un buen analista de la realidad si no tenemos esa mentalidad activamente abierta. Eso pasa por rodearse de personas diferentes, leer otros puntos de vista, conocer otros lugares, dudar de lo que nos dicen o comprender que el incentivo principal que mueve a las personas es el interés propio. En definitiva: cambiar de parecer y revisar nuestras creencias conforme va apareciendo nueva información. Práctico y científico.
No basta con tener un don. Es necesario usarlo. Y el círculo dorado de Simon Sinek nos da un marco conceptual. Debemos comenzar con el porqué (propósito: mejorar la vida de las personas), pasar al cómo (proceso: unas políticas concretas) y terminar con el qué (resultado, teniendo en cuenta los efectos directos e indirectos).
Receta final: CIG, TRC, Halpbern, Baron. Todo aliñado con grit.
4. Arquitectura de las decisiones.
Estamos todo el día tomando decisiones. Unas las meditamos, otras las tenemos interiorizadas como consecuencia de la cultura en la que vivimos, algunas han sido dirigidas e incluso manipuladas (una compra, un voto, una opinión, una inversión o una actividad concreta), la mayoría son inconscientes y reiteradas. Ahora bien, ¿son correctas? ¿Reflexionamos sobre ellas? ¿Hacia dónde nos llevan? ¿Existe algún mecanismo para mejorarlas? Sin duda, el verano es buena época para reflexionar sobre ello.
Uno de los instrumentos que proporciona la Economía de la Conducta es el de la Arquitectura de las Decisiones. Se trata de “empujar” a las personas hacia la “dirección correcta”. Para ello, habría que definir bien el concepto de “dirección correcta”. Esto nos llevaría a trabajadores más productivos, ciudadanos más solidarios o empresarios más eficientes. Conocer los mecanismos que usamos para tomar decisiones es útil para mejorar, pero también se puede usar para engañar. Desarrollaremos la primera opción mediante tres ideas.
Primera idea. ¿Nos gustamos como somos? Sí, todo perfecto. No, hay dos opciones. Uno, aunque no me gusta como soy, me cuesta tanto cambiarlo que voy a seguir igual. Para consolarme, al menos cambiaré mi relato mental. Dos, ya que no me gusta como soy, voy a cambiar. Iré instalando hábitos, hábitos y más hábitos hasta generar costumbre. Es fundamental que el coste de no ir a hacer deporte sea mayor que el coste de hacerlo. Debemos tener en cuenta nuestro mayor enemigo: la tiranía del corto plazo. Ocurre a todos los niveles. De hecho criticamos a los políticos ya que piensan en el voto de mañana, no en la mejora de la comunidad pasado mañana. Eso al menos tiene un componente racional, en tanto ellos salen ganando si son elegidos. El remedio es generar los incentivos adecuados para evitar esos problemas. La rendición de cuentas, por ejemplo, es una buena opción.
Pasamos de los políticos a nosotros mismos. Priorizamos el corto plazo, aunque perdamos a medio o largo plazo. No nos apetece formarnos más, alimentarnos mejor o probar otras opciones nuevas de vida, ya que “es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Por supuesto, esta frase es falsa (además de contener una contradicción en sí misma), pero la hemos adoptado como buena. Y eso ocurre siempre. En nuestra educación hay muchas frases que nos han interiorizado y nos parecen ciertas, cuando no lo son. Por ejemplo, “Hacienda somos todos” es una frase falsa. Hacienda es una institución del Estado. Punto.
Pasamos a la segunda idea. El sistema económico está montado para aumentar nuestro consumo y hacerlo más pronto que tarde. Si es necesario, endeudándonos. Es más, siempre se tiene en cuenta que no dejamos de repetir nuestros hábitos. Por eso todas las suscripciones o contratos de suministro se cobran por defecto. Eso no está mal; el problema es que se aprovechan de nuestra dejadez y si no revisamos los números a veces nos cobran cantidades enormes. Es debido a nuestra propensión al status: tendemos a quedarnos como estamos. Por eso es mucho, mucho más difícil captar un cliente que retener uno. En un mundo en el que se habla a menudo de cómo invertir el dinero o como administrar nuestro tiempo, poco se habla de cómo racionalizar el gasto y de cómo estar con mayor energía cuando realizamos diversas actividades de nuestra cotidiana.
Está bien decidir para ser lo que queremos ser. Está mejor decidir siendo conscientes de cómo es el sistema en el que vivimos. Ahora sólo falta la tercera idea: el Ikigai.
Se trata de un círculo en el que converge nuestra profesión, nuestra pasión, nuestra vocación y sobre todo, nuestra misión. Es un equilibrio entre aquello en lo que eres bueno, lo que amas, lo que el mundo necesita y aquello por lo que pueden pagarte. Un sistema educativo efectivo y moderno debe tener estas ideas presentas, ya que si las personas no desarrollan todo su potencial la sociedad tampoco lo hará.
En todo caso, debemos tener en cuenta que interactuamos con personas de forma constante. Por lo tanto, es conveniente tener habilidades sociales. ¿Cuáles son las mejores? Para ello, acudimos a Dale Carnegie, autor de uno de los libros más importantes del pasado siglo: “cómo hacer amigos e influir en las personas”. Un pero: el título del libro es un despropósito. Debería llamarse inteligencia social.
Propone cosas como mirar las cosas desde el punto de vista de la otra persona, no criticar mucho, respetar la dignidad de los demás, brindar elogios y reconocimientos sinceros, ofrecer buena reputación a la que hacer honor, evitar las discusiones, conservar el equilibrio vital, tener sentido del humor y aprovechar el enorme poder del entusiasmo. Eso fue clave en la expansión del cristianismo: la pasión y energía que transmitía San Pablo resultó decisiva.
En resumidas cuentas, ya tenemos una primera arquitectura para mejorar nuestras decisiones.
Para el neurocientífico argentino Mariano Sigman, “somos lo que decidimos”.
Mejorando nuestras decisiones, nos mejoramos a nosotros mismos y a los demás.
5.El dedo y la Luna.
Dice Confucio que“Cuando el sabio señala la Luna, el necio mira el dedo”. Su enseñanza es muy sencilla: olvidamos lo importante, nos centramos en tonterías. Por ejemplo, puede ocurrir que por una discusión estúpida se pierda una amistad. Esta situación todavía es más triste cuando pensamos en conocidos que han fallecido. Hay tres tipos de penas. Uno, no haber pasado más tiempo con esa persona. Dos, haber tenido algún percance emocional que tambaleó la relación. Tres, no haberle dicho algo especial o sentimientos simples y profundos como “te aprecio mucho”. En ese caso, concluimos dos cosas. Una, nos preocupamos de muchas tonterías y olvidamos las cosas que realmente importan. Dos, pensamos que cambiaremos. Por supuesto, seguiremos igual.
No obstante, deberíamos hacer matices al dicho del dedo y la Luna. Primer matiz, hay cosas que parecen estúpidas, no nos preocupamos por ellas y al final se crean problemas mayores. Casos tipo: educación de los niños, concesión de caprichos a amigos y conocidos. Está muy bien hacer favores o intentar que los demás estén contentos y felices. Pero con un equilibrio: a veces se nos va la mano y no tenemos vuelta atrás. Por lo tanto, cuidado con eso. En economía, existe un nombre para casos que se asocian a este patrón: es el denominado “efecto de los cristales rotos”. Si vemos en un barrio o ciudad unos cristales rotos y volvemos pasado un tiempo, es fácil que las cosas hayan empeorado. Al no cortar el problema de raíz, se ha hecho mayor. El hecho de no arreglar el estropicio inicial se considera barra libre para poder realizar las fechorías que se estimen oportunas.
Esto sirve para aplicar dos conclusiones relacionadas con la educación. Primero, su definición: “saber lo que hay que hacer cuando no sabemos lo que hacer”. Eso, todavía, no lo pueden hacer los algoritmos ni los teléfonos móviles. Dos, tendemos a sobreproteger a los niños. Y el mundo es como es. Es mejor hacerlos fuertes y competentes. Eso tiene un coste: caídas y fracasos.
Vamos al segundo matiz. No es necesario estar todo el día pensando en cosas importantes. Un maravilloso libro del filósofo italiano Nuccio Ordine, denominado “la utilidad de lo inútil”, expone las ventajas de disfrutar de un paseo, una siesta, un atardecer, una visión de un bosque o la lectura de una atractiva novela. En este caso, nosotros debemos valorar las cosas “inútiles” que nos hacen felices. Sí, habrá quien piense en las drogas, el tabaco, el alcohol o vicios semejantes. No es el caso. Hablamos de estimulantes culturales, aquellos que nos emocionan. No de estimulantes externos. En el ámbito de la cultura o el arte, comprenderlo y disfrutarlo genera reacciones químicas internas que nos aportan sensaciones hermosas y logran conmovernos. En el ámbito de las drogas, es necesario introducir en nuestro cuerpo ciertas sustancias que tarde o temprano nos harán pagar un coste en forma de estado secundario.
Está muy bien pensar en el objetivo de la Luna. Sin embargo, a veces confundimos el medio. A los niños les decimos: “estudia para ser alguien en la vida”. A los adultos, “busca trabajo para poder tener tu casita y vivir contento y feliz”. No es exacto. Se debe profundizar más.
El primer paso es el propósito: “Medita el ámbito en el que tienes las capacidades, la personalidad y las competencias para crear valor en la comunidad.” Una vez realizado, recuerda que “Estar preparado es todo” (William Shakespeare). A partir de ahí, se trata de “Aprender las reglas. Y después, jugar mejor que nadie” (Albert Einstein). Estas reglas tienen su evolución. Tenemos conceptos fundamentales y genéricos: leer, escribir, matemáticas, lenguaje o historia son prioritarios. Después la especialización: vienen los itinerarios de secundaria para desembocar en la Formación Profesional o el Bachiller que termina, así mismo, en la Universidad. Eso sí: todo está relacionado y el desarrollo personal no debe parar.
La Luna de una empresa está basada en la maximización de beneficios. Sin embargo, la Responsabilidad Social Corporativa va ganando, poco a poco, peso. En este contexto, el objetivo, además, del beneficio, son las personas (lo cual incluye clientes, proveedores, trabajadores y comunidad en la que está localizada) y el equilibrio medioambiental.
¿Cuál es la Luna de los países? Pandemia aparte, los indicadores económicos de referencia son el PIB (producto interior bruto), inflación, desempleo y deuda pública. Claro que lo más importante es la sociedad, las personas. Pero la evidencia es tozuda: si estos indicadores fallan, tarde o temprano llega el caos, el desorden y quizás el populismo.
Es el momento de volver al comienzo del artículo. Existen especialistas en comunicación que focalizan los dedos, las dedas y los dedes con la idea de ocultar la Luna para seguir en la poltrona o crear un negocio con escaso valor social, puro humo.
Y sin embargo, la Luna llena es preciosa, inspiradora y luminosa.
ULTIMA ACTUALIZACIÓN: 28/6/24
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